miércoles, 30 de marzo de 2011

Los fines y los medios

Nada hay que apetezca menos creer que aquello que digan unos asesinos convictos y confesos. Pocas cosas que repugnen más que utilizar, siquiera para argumentar, un documento redactado por sus manos ensangrentadas. Pero, precisamente, es la preservación de los procedimientos y las garantías legalmente establecidos en la acción pública, lo que da fuerza, consistencia y perdurabilidad al Estado de Derecho. En éste, el fin no justifica los medios, son los medios que se utilizan los que dan justificación al fin que se persigue. Sólo utilizando medios legítimos será legítimo, asumible y justo el fin alcanzado. Olvidar esto, y pueden ser muy fuertes las tentaciones para hacerlo, convierte al gobernante en no democrático, por mucho que las urnas hayan llenado de votos su casillero.

El caso del chivatazo del bar Faisán ha sido la primera grieta por la que ha empezado a resquebrajarse el bunker de la información relativa a la negociación Gobierno-ETA y, que si su aroma ya era bastante pestilente sin conocer los detalles, ahora que se han filtrado las actas de las reuniones de negociación, el hedor empieza a convertirse en insoportable. Como pasara en los GAL, es evidente que se han rebasado tantas barreras, que no puede haber fin que justifique los medios empleados y denota que germinada y favorecida por el oscurantismo, la corrupción más dramática orientó todo el llamado proceso de paz.

Hace un par de días asistí en Madrid a una jornada con el título “Combatir la corrupción desde las empresas”, organizada por la ONG Forética y el Consorcio Espacial Europeo EADS. Abría la sesión Antonio Garrigues y clausuraba quien fuera ministro con Felipe González, Juan Manuel Eguiagaray. Fueron las intervenciones de ambos, las que con más amplitud trataron el tema, saliéndose de lo que cada empresa debe hacer en los ámbitos local o internacional, y abordándolo desde el punto de vista del conjunto de la sociedad y de las actitudes y actuaciones, no sólo económicas, que deben ser perseguidas y punidas para que la salud democrática de una nación no se vea severamente dañada.

En este sentido, se enunció a modo de ecuación matemática, el principio de cumplimiento universal de que a mayor transparencia en la actuación pública, menor corrupción. No quiere esto decir que donde no hay transparencia, obligatoriamente nazca la corrupción, pero sí que a medida que la transparencia avanza y el oscurantismo desaparece, la corrupción irremisiblemente retrocede.

Este fin de semana, Emilio Botín sorprendió con un posicionamiento político inesperado, aunque luego, al parecer, en privado ha matizado su intervención. Dicen algunas voces del propio partido socialista que es la contraprestación por el indulto solicitado al Gobierno, para el consejero delegado del Santander, Alfredo Sáenz, recientemente condenado por la justicia. En el peor de los casos, estaríamos ante otro caso de corrupción institucional. En el menos malo, acreditaría una vez más, que sólo los muy ricos pueden permitirse el lujo de tener un gobierno socialista.

domingo, 27 de marzo de 2011

A dos meses vista

La marmita donde se cuecen los ingredientes para el resultado final está ya en plena ebullición. A estas alturas, el cien por cien de los movimientos políticos, y de los políticos, tienen como vórtice el domingo 22 de mayo. Esta cercanía es ya la madre de todas las batallas, y hay más que nunca. En la capital, cuatro partidos con representación municipal, todos con necesidad, vocación y posibilidades de incrementarla, pero ésa, guerra declarada, no es la única, ni la más sanguinaria.

En el PSOE cuesta saber cuántos bandos hay, tras la pelea por la lista municipal, la incomprensible forma de defenestrar a su secretario provincial, la dimisión de media ejecutiva local o el catálogo de despóticas manifestaciones públicas de su cabecilla regional –aunque viva en Madrid, como cada semana le recuerdan desde el PP- quien, como me decía hace poco un destacadísimo socialista local, tras apariencia suave, esconde un carácter totalitario. Pocas veces he visto una forma más estúpida de hacerse el harakiri y de erosionar a su propio y no mal candidato.

En el PP, todo más tranquilo, en apariencia al menos; los primeros cañonazos, mucho más discretos. Evidentemente se refieren a la composición de la lista que ha de acompañar a Valdeón y sobre la cual proliferan todo tipo de especulaciones, de las cuales casi todas quedarán en nada, pero desde el año 99 en el que Vázquez se plantó frente a García Carnero, nunca hubo un pulso candidato-dirección del partido como el que se atisba para los próximos días.Primera escaramuza, de ridículo peso pero sintomática, el caso Jesús Losada.

Bajo otra apariencia, la dirección popular ha tratado de cumplir varios objetivos aireando la solicitud, no aceptada, del poeta de afiliarse al PP. Transmitir imagen de debilidad y desmembramiento de ADEIZA, intentando que pierda la opción de volver a ser llave en Zamora y, como en el caso del divulgado -aunque habitual- trasvase de candidatos en otros municipios, restarle atractivo para evitar el gran riesgo: que agrupe las varias decenas de candidaturas independientes que se generarán en la provincia y con las que aumentaría su presencia y fuerza en la Diputación. Por otro lado, aviso interno y veto claro, aunque no a la cara, con la incorrecta apelación al transfuguismo, en un momento en que se daba por hecho que Valdeón lo incluiría en su lista.

No entiendo qué de bueno puede aportar Losada a la candidatura o, en su caso, al gobierno. Su virtud, que también la tiene, está en ámbitos distintos del político y de la gestión, pero ha de ser la candidata a la alcaldía quien tenga la decisión última sobre quiénes han de acompañarla, acierte o se equivoque. Suelen obviar los políticos de laboratorio que, en esta democracia capada, los únicos candidatos que ponen la cara y son elegidos o rechazados por los ciudadanos, son los de las alcaldías.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Desencajados

Me lo anticipó el amigo Frontaura hace unos días. La fusión va a ser con Unicaja, no es público, pero ya es seguro. En fin, todo lo seguras que pueden ser estas cosas hasta el momento justo en que se firma el acuerdo definitivo. Seguramente era inevitable que con la llegada de la crisis financiera tuviera que romperse la ensoñación aquella de la gran caja regional, el músculo financiero fuerte y potente de Castilla y León que, y aquí sí que no caben distinciones políticas, los dos grandes partidos de la Comunidad propugnaban. También otras comunidades autónomas más pobladas, con mayor producto interior bruto y más dinamismo económico, empresarial y financiero que la nuestra, han ido por los mismos derroteros.

Inevitable, por mucho que quepa preguntarse si, cuando hace muchos años se empezó a hablar de la fusión de Caja España y Caja Duero, hubieran existido el pulso y el impulso político necesarios para llevar a cabo tal proceso, las cosas podrían haber tenido un final diferente. Ojo, si es que esto es el final, cuestión que tampoco está nada clara, pues, me atrevería a aseverar, se trata sólo de una etapa más en un proceso de concentración que culminará con la plena desaparición de las cajas, su conversión en bancos, pequeños y medianos en su mayoría, y su absorción por las grandes entidades, que sólo están esperando el momento propicio para pasar a la acción.

En todo caso, el momentáneo final acredita que nuestras cajas, como prácticamente todas las demás, estuvieron mal gestionadas. Que lo que cada año se presentaba como magníficos resultados –gracias al consenso de partidos, sindicatos y algunos poderes fácticos, (por eso ahora no hay bronca política ni sindical al respecto) para repartirse consejos de administración, órganos de control y cuotas de poder-, eran poco más que un trampantojo que colaba porque eran épocas de vacas gordas y el dinero en movimiento multiplica su valor, pero el día que el dinero dejó de circular el trampantojo cayó y los boquetes aparecieron por doquier. Y una cosa es que no haya ningún responsable, individual o colectivo, exclusivo, ni siquiera determinante, y otra que los consejeros y directivos (reitero, políticos y sindicales fundamentalmente) de nuestras cajas, sigan transmitiéndonos que cada nuevo paso, en vez de derrota, es éxito.

Las cajas de ahorro, y los montes de piedad no olvidemos el origen, fueron –conviene ir hablando en pasado- durante mucho tiempo un elemento esencial con el que nuestro sistema financiero atendía a las capas sociales y productivas que menos facilidades tenían para acceder al crédito. Con el paso del tiempo, al empezar a nadar en la abundancia, perdieron el sentido de misión que las inspiró y el sistema, inevitablemente, se pervirtió hasta quebrar. Y es que no es bueno que la política lo impregne todo ni que en todo se actúe como si de política se tratara.

domingo, 20 de marzo de 2011

El río que nos lleva

Han pasado 25 siglos desde que Heráclito de Éfeso enunciara que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Todo fluye y cambia, aunque ese mismo cambio constante se configura en estabilidad subsistente. Los ríos, que existían miles de años antes de que naciera Heráclito, son uno de los elementos metafóricos más reiterados del pensamiento y la literatura. Así, dieron cuerpo a una de las estrofas cumbre de la poesía española, con la mediación de Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ qu'es el morir;/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ e consumir;/ allí los ríos caudales,/ allí los otros medianos/ e más chicos,/ allegados, son iguales/ los que viven por sus manos/ e los ricos”.

Ha fallado –cosas del lenguaje-, ha acertado el Tribunal Constitucional anulando los artículos incluidos en los Estatutos de autonomía de Andalucía y Castilla y León que tomaban para estas comunidades, competencias en materia de gestión del agua de los ríos. Entiende que vulneran el artículo 149 de la Constitución, que establece cuales son las materias (sólo 32) en que la competencia es exclusiva del Estado, entre ellas, la legislación, ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos cuando las aguas discurran por más de una Comunidad Autónoma.

Es verdad que en el caso del Duero, sólo unos pocos kilómetros cuadrados de su cuenca abarcan territorio ajeno, de Extremadura, y que, en la interpretación laxa a la que nos tiene acostumbrados el TC ante muchos otros recursos, hubiera cabido perfectamente la validez del texto que aprobaron todos los partidos con representación parlamentaria regional. Pero es un fallo que comparto como jurista y como zamorano, castellanoleonés y español.

Si nuestra descerebrada e ilimitada descentralización no nos hubiera llevado por el camino del sinsentido como Nación, proyectos -tan convenientes como imprescindibles para el bien común- como el Plan Hidrológico Nacional, serían hoy realidad. No se tome como crítica, es seguramente su obligación, pero tiende el político a considerar como el más importante y prevalente el escalón administrativo en el que él ocupa su puesto y, en un país donde el peso específico del poder político se ha desequilibrado a favor de las Comunidades Autónomas, viene muy bien que los órganos de control cumplan con su cometido y que el conjunto de ciudadanos exijamos que así sea.

No vale excusarse en supuestas demandas sociales que no existen más que en los cuadernos de auto justificación. España está en la hora de poner topes claros a la expansión autonómica y de que en lugar de 18 leyes para cada cosa, haya sólo una, aprobada con la colaboración y participación del Estado y las 17 CC.AA. Que una cosa es la política y otra la geografía, vale ya de puertas al campo. Que el Duero, como la belleza de los almendros en flor que acompañan su fluir, es patrimonio de todos.

jueves, 17 de marzo de 2011

Morbus

No es necesario lograr el imposible, para los legos en física al menos, de llegar a entender a Einstein y su Teoría de la Relatividad para percibir que el tiempo es relativo. Para el científico, tiempo y espacio son relativos en función de la fuerza de la gravedad y la velocidad. Para el común de los mortales porque igual que hay etapas que pasan a la velocidad de la luz, en otras el tiempo parece detenerse. Y sin embargo, tenemos la sensación, percepción de la realidad o mera ilusión, de que el tiempo cada vez transcurre más rápido, acelerándose atropelladamente en ocasiones.

Tal vez el tiempo, al acelerarse, cambie los hábitos de la gente, tal vez son los nuevos hábitos de la gente los que hacen que el tiempo se acelere en las sociedades más desarrolladas, que también en esto es diferente el primer mundo del mundo no desarrollado. Los acontecimientos se suceden con tal vértigo que rápidamente unos tapan a otros y lo que parecía inolvidable sólo unas fechas antes, es borrado sin remisión de la memoria colectiva y de las páginas y los altavoces de los medios de comunicación. Cuando alguien refresca nuestra conciencia con respecto a esos avatares, nos lamentamos de la fragilidad de nuestra memoria, pero inmediatamente volvemos a caer de nuevo en el mismo ensueño. Un ejemplo, un terremoto de consecuencias brutales asoló Haití. Catorce meses después, la catástrofe humanitaria para los que sobrevivieron, sigue tan viva como hace un año, pero en el resto del mundo ya nadie se acuerda y los titulares se limitaron a recordarlo, en pequeños caracteres tipográficos, sólo porque se cumplió el aniversario.

Con respecto al terremoto de Japón (el tercero más grave de los documentados hasta ahora) y al, aún más devastador, tsunami que lo siguió, lo anterior se eleva a la enésima potencia. A estas horas la cifra oficial de fallecidos superará los cinco mil, el balance final no bajará de los 10.000 y sin embargo ya no se habla de ellos. Sólo se habla de las hipotéticas consecuencias del accidente nuclear generado y que, aún de producirse con la mayor gravedad posible a estas alturas, serán ínfimas respecto de los daños ya producidos. Es decir, se tapa la trágica realidad con un cóctel de desinformaciones, fantasmas y aseveraciones apocalípticas carentes de todo rigor porque es lo que vende –por lo tanto, lo que compramos-.

Cabe preguntarse si lo que nos interesa cuando devoramos la información de actualidad es conocer qué pasa realmente en el mundo o lo único que buscamos es la explosión de adrenalina que nos genera conocer las tragedias en el mismo momento, y sólo en ese momento, en que se producen. De ser esto último, no se trata de preocupación, solidaridad, o aflicción. Se trata simple y llanamente de estar socialmente enfermos de acuerdo con el significado del latino morbus. Enfermizo morbo.

domingo, 13 de marzo de 2011

Tokio Blues

Tokio Blues es el título de una exitosa novela del japonés Haruki Murakami. Copié de algún crítico, que se convirtió en una novela de culto porque trasciende a su apariencia de novela generacional que narra el paso de la adolescencia a la juventud y se convierte en el retrato lúcido y sereno de las dolorosas metamorfosis de la vida.
Pero qué es la vida sino metamorfosis, no drástica y precipitada como en Kafka, sino fluida, continuada pero inevitable e irreversible. En uno de los primeros párrafos del libro, leemos “pensé en la infinidad de cosas que había perdido en el curso de mi vida. Pensé en el tiempo perdido, en las personas que habían muerto, en las que me habían abandonado, en los sentimientos que jamás volverían”. Sobrecoge ver las imágenes del terremoto, más aún las del subsiguiente tsunami, que horas atrás arrasaban el norte de Japón. Largas lenguas de agua invasora, arrasando tierra adentro, convertían barcos en arietes, casas en barcos, coches en juguete, fuerza en destrucción, tierra en fango y civilización en escombros.

Muerte líquida. Agua que llega y se va, llevándose la vida con ella; tal vez a ritmo de Blues, esa música que era la tristeza y melancolía de los cánticos espirituales y de oración, de los afroamericanos de Estados Unidos y que empapó con sus acordes todos los géneros musicales modernos. Dantescas imágenes, agua y fuego, las que nos ofrece en tiempo real el avance tecnológico. Lo que allí es un remolino de agua, barro y enseres que absorbe y destruye todo cuanto alcanza, se convierte en plasma sólido en la pantalla de los televisores a miles de kilómetros de distancia. En el origen de las imágenes el tiempo se acelera, el espacio se transforma vertiginosamente. En la pantalla destino, el tiempo y el espacio se detienen mientras observamos la inmensidad de lo que no alcanzamos a comprender y nunca seremos capaces de asumir.

Dice uno de los personajes de la novela de Murakami: “Si continúas así, lo estropearás todo. Aunque sea duro, trata de ser fuerte. Crece, madura. He salido del sanatorio para decirte esto. He venido desde lejos, en aquel tren que parece un sarcófago...”. Esta vez ha sido la fuerza incontrolable de la naturaleza la que nos ha puesto ante el espejo de nuestra gran contradicción. De lo grande que vemos al hombre y lo insignificante que en realidad es. Otras veces, más dramáticas e incomprensibles, en distintos puntos del planeta es la acción humana la que lleva a la tragedia, demostrando que la humanidad dejó atrás la infancia inocente pero no consigue escapar de la adolescencia.

Hay miles de muertos en Japón. Millones de historias de dolor reciente. Con cruda lucidez, el protagonista de Tokio Blues reflexiona, la madurez tal vez no es más que la comprobación de que el olvido existe, el dolor no se soluciona sino que se olvida.

miércoles, 9 de marzo de 2011

¡Vaya pollo!

Tienes que escribir un artículo sobre esto, me decía un amigo el sábado, ante una cazuela de barro en la que habitaba un hermoso pollo de corral, gentileza de Andrés, en el Mesón de La Encomienda. Esto es un pollo de los de verdad, añadió poco después otro de los comensales. Y lo era, vaya si lo era. Un pollo con fundamento.
Cosa bien distinta deben estar pensando las sufridas bases socialistas de Zamora. Vaya pollo tienen montado también en su gallinero. Lo que algunos de ellos me dicen, e imagino, el resto piensa, es que por más que lo buscan no le encuentran el fundamento y a aquellos que lo intuyen, ganas les dan de salir corriendo. Mientras Andrés cocinaba el nuestro con esmero, Óscar López, Marcelino Iglesias y algún que otro pinche preparaban su plato sorpresa. Mientras nuestro cocinero, ya en la mesa, teorizaba, nada desencaminado, sobre la quiebra del sistema político e institucional y la necesidad imperiosa de reformas, los jefes del PSOE demostraban una vez más con la práctica, que el partido es el aparato y que al aparato sólo lo puede el aparato jerárquicamente superior y así hasta la cúspide. Es decir, que decenas, centenas o centenares de miles de militantes, simpatizantes y votantes, valen menos que un cenáculo designado a dedo y éste al completo, menos que el capricho del propietario del dedo designante.

Creo llevarme bien con Carlos, también con Ana y además con Manuel Fuentes. Como no es mi casa, me libro de tomar partido. Pero me sirve para reiterarme en lo que tantas veces he criticado de nuestros partidos políticos. Que una cosa es predicar y otra dar trigo y que si, como dice nuestra Constitución y cumplen hasta el exceso, los partidos son instrumento fundamental para la participación política, incumplen de forma sistemática, bochornosa y hasta con exhibicionismo obsceno, el mandato que se incluye en el mismo artículo, que su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos. Está bien, está bien. Unos no establecen primarias ni sistema similar para la verdadera participación de los afiliados en la toma de decisiones y otros las establecen pero sólo ratifican los resultados cuando les gustan a los que mandan.

Aunque uno se pregunta para qué este numerito de rancio vodevil en una lista, como es la de las Cortes autonómicas, donde el PP los va a barrer del mapa y perjudicando el interés de su propia candidatura municipal. Ah, que estamos en clave interna de poder para el futuro dentro del partido, pues vale, tendrá que ser así. Los gallos disputándose los restos de una derrota que no saben tornar victoria y las bases rehenes útiles, pero sin voto, no sea que vayan a querer mandar. Con razón a lo de López lo llaman “Puro cambio”. Pollo con sustancia en La Encomienda. Como pollo sin cabeza, el PSOE.

domingo, 6 de marzo de 2011

Es poética la mentira

Hay un ministro con aspiraciones, dicen, de ser califa en lugar del califa, que posee un récord difícil de igualar, parece, en número de mentiras pronunciadas con semblante serio, aire formal y tono institucional. 11 M, treguas de ETA, Faisán, accidentes de tráfico y sus causas, control de las zahúrdas del Estado… Hay una ministra con aspiraciones, parece, de cortar el paso al gran visir para ocupar ella el califato, que, dicen, hacía figurar en su currículum un doctorado que nunca tuvo y que, en función de su objetivo, anuncia su intención de ser cada vez menos nacionalista catalana, con lo que reconoce lo que previamente negó para ser ministra de Defensa. Dos casos, significativos -puedo citar otros mucho más cercanos- sólo dos casos sin consecuencia práctica negativa alguna para sus protagonistas.

Es curioso, a fuer de paradójico, que en una sociedad dotada de unos medios para la divulgación y el acceso a la información inimaginables hace sólo unos cuantos lustros, el efecto de los mismos sea, salvo en unas pocas ocasiones, el adormecimiento generalizado de los ciudadanos (o sería más correcto decir de los televidentes), lejos del despertar del pensamiento crítico que parecería la consecuencia más natural. Tanto que hemos aprendido vertiginosamente a relativizar prácticamente todos los que eran conceptos absolutos, predicamentos universales. Entre ellos, la dicotomía verdad-mentira.

Desde aquel cínico pronunciamiento del gran cínico ilustrado Tierno Galván “las promesas electorales están hechas para no cumplirse”, hemos llegado a la desfachatez para la mentira de ventajistas no ilustrados pero cómodamente asentados en el régimen político y mediático actual. Dice el filósofo Gustavo Bueno que “el simplismo de los pensamientos Alicia –que es como denomina a esa extendida manera de pensar superficial, buenista, descomprometida y profundamente relativista–puede llegar a ser no otra cosa sino encubrimientos de la realidad, intentos para disimularla”.

De que el carnaval se prolongue durante todo el año nos encargamos todos. Quienes sin rubor publicitan lo contrario de lo que piensan o anuncian que actuarán a la inversa de lo que realmente planifican llevar a cabo en el ámbito de lo público. Los medios que divulgan unas noticias u otras o miran sutilmente para otro lado en función de donde vengan y de los intereses e influencias en juego. Del conjunto de los ciudadanos, que compramos o no el producto en función de dónde provenga quien nos lo vende, negándonos a ver, con frecuencia, que viene averiado. Nos sentimos cómodos ahí, es acogedor sentirse protegidos en la masa; ser turba militante de lo que otros nos dan pensado limitándonos a digerirlo. Nos suena a música celestial, con la cadencia, el ritmo y la melodía de unos versos cálidos y compañeros.

“Dame una mentira enorme, que haga girar al revés el tiempo en los relojes y arrúllame en ella, hasta que en mis labios aparezca la helada sonrisa del idiota”, leí en poema del argentino Luis Benítez.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El Zahir

Tal vez, el poder sea el Zahir del que Borges hablara en aquel relato de igual título narrado en primera persona. Un objeto que tiene la cualidad de convertirse en inolvidable y que por ello y pese a ser minúsculo -en el relato empieza siendo una moneda pobre de veinte centavos que el protagonista recibe como cambio por el pago de una bebida- va ocupando cada vez más espacio en la mente, y adueñándose del pensamiento, de su víctima. Tanto es así, que con el avance de ese proceso, anticipa Borges, llegará el día en que “ya no percibiré el universo, percibiré el Zahir”.

En Alemania, un tal Guttenberg, ministro por más señas, ha dimitido porque se ha descubierto que plagió parte de su tesis doctoral. Dicen que cortó y pegó ideas ajenas con bastante ligereza para componerla. Ni siquiera ha servido como causa exculpatoria que sobrándole sólo una “t” para apellidarse como el inventor de la imprenta, es normal que tenga vocación por copiar documentos. Ya no se respeta nada, pensarán sus homólogos latinos de costumbres más laxas y menos puritanas. Rara avis.

¡Ufff! Dejar el poder. Quién puede imaginar que dimitieran en España, sin necesidad de tesis doctorales, los políticos cuyo currículum, colgado en las webs del partido o las Instituciones, por estar lleno de mentiras y medias verdades es más falso que la falsa moneda de la copla de Quintero, León y Quiroga que cantara Imperio Argentina. “Estudios de…”, señalan con frecuencia, para que parezca algo, obviando que no pasaron del primer curso de la carrera correspondiente.

Tampoco Berlusconi, el del Bunga bunga, que es como él y sus velinas llaman a sus encuentros ocasionales –aunque para ser ocasionales parecen muy frecuentes- dimite porque se le hayan ido la mano y el brazo, y haya convertido la tópica erótica del poder en pornografía menos estética y delicada que la de sus compatriotas Rocco Siffredi y Cicciolina. Al menos soy un aprendiz –dirá pronto en justificación- más pacífico que Gadafi, el de la Libia históricamente italianizada, famoso por las doscientas amazonas, dicen que vírgenes, que lo acompañan como guardia de corps mientras somete a su pueblo o lo aniquila.

Sí, el poder es el Zahir. Cala hasta los tuétanos el alma de quien no está vigilante para que no lo devoren sus fauces. Lo descubrió el griego, que con tan poco, fabricó tanta sabiduría. Lo estudiaron los filósofos que siguieron su senda después, y los teólogos. Y lo aprovecharon y aprovechan en beneficio propio, los déspotas más taimados, para controlar a sus esbirros más cercanos y ambiciosos. Da igual que el puesto que se desempeñe otorgue mucho o poco de ese poder. Emperadores o concejales da igual. Basta con que sitúe a ciertas mentes leves sólo unos centímetros por encima del común de sus congéneres para que el Zahir avance inexorablemente hasta ser lo único que su víctima perciba.