En arquitectura, la pieza
más importante para conseguir elevar un arco o una bóveda, la dovela que una
vez colocada hace que toda la edificación se sostenga y no se desmorone, recibe
desde antiguo el nombre de “clave”.
Me gusta buscar esa clave
en cada construcción física o metafísica. En estos momentos no la encuentro por
más que la busco. Algo se me escapa, algo me falta para entender qué pasa. No
entiendo y nadie lo explica.
Me falta la pieza
necesaria para comprender por qué el Gobierno permanece inmerso en este estado
de catatónica falta de reflejos, de inacción, de indecisión. Año y medio después
de tomar un poder que hacía año y medio que sabían que lo iban a obtener, la
sensación que da nuestro Gobierno es poco menos que de rendición en lo
económico. Y recordemos que no hace mucho, nuestro presidente decía que, frente
a otros riesgos que amenazan fuertemente a España, lo único importante era la
economía.
El Gobierno se rinde ante
el paro y ante la marcha negativa de la economía, titulaban ayer varios
periódicos nacionales tras un Consejo de Ministros del viernes con apariencia
de improvisación, trampantojo para que la galería piense que hay un plan, en
una era en la que la política es cada vez más –me remito a otro “Espejo”
reciente con ese título-, la política de las apariencias.
Si sólo hay dos certezas,
que la situación es dramática y que aún así, todos sabemos que saldremos de
ella, lo que no se entiende es tan poco empeño en hacer el camino más breve,
más sensato, más tolerable. No entiendo que los arquitectos gubernamentales no
estén aplicando sus “claves” para construir la salida de la crisis, sino
manteniéndose en la inacción solo rota por pequeños remiendos que nunca llegan
a lo esencial.
Será que estamos
completamente intervenidos por la tecnocracia europea y no nos lo quieren decir.
O tal vez que nuestros políticos populares del área económica han olvidado
principios y experiencias. O será que no son ellos, sino unos impostores que se
han adueñado de su personalidad. Serán llegados de otro planeta o les han
afectado extrañas fiebres. Será que nos equivocamos y no son merecedores del
privilegio de gobernar España.
Claro que la cosa estaba
muy mal, peor incluso de lo que parecía. Pero necesitamos un Gobierno que
actúe, transforme, luche. No un Gobierno resignado a la fatalidad, acobardado
ante los acontecimientos y entregado a las fracasadas recetas de la izquierda.
Le pido a mi Gobierno que cumpla su mandato. Que no suba, sino baje los
impuestos. Que reduzca el gasto público y favorezca el desarrollo de la
economía real en vez de asfixiarla. Y exijo a mis representantes parlamentarios
que expliquen por qué están haciendo lo contrario de aquello para lo que le
votamos. No los escucho y no encuentro la clave. El por qué pasa lo que pasa. Y
para eso están (o deberían estar).