Nadie explicó nunca medianamente
bien por qué incurrir en déficit era progresista, o sea, socialista antes y
socialdemócrata después. Pero ese fue y aún hoy es el dogma. Que lo que es malo
en lo personal, gastar más de lo que se ingresa, es bueno en lo colectivo. Sus
teóricos defendían que en épocas prósperas es bueno para la economía que el
Estado gaste más de lo que ingresa porque inmediatamente aumentará sus propios
ingresos merced al crecimiento económico que su propia actuación ayuda a
generar y que también en épocas de desaceleración, e incluso recesión, es bueno
que el Estado gaste más de lo que ingresa porque de esa manera, al inyectar
recursos en el sistema, contrarresta la menor actividad del sector privado.
Ya sé que este análisis,
de tan escueto, es un tanto burdo, pero en absoluto alejado de la realidad. El
resultado ya en circunstancias favorables, ya desfavorables, siempre es el
mismo, más Estado, más sector público, más peso de lo público en la economía,
siempre un paso más cerca de la ansiada tierra prometida del socialismo. Ni la caída
del telón de acero y la desaparición del paraíso de los igualitaristas a causa
del hundimiento económico y la universalización de la pobreza fueron suficientes
para que dieran marcha atrás. El socialismo, la imposición de lo público, la
abolición de lo privado, no ha funcionado porque aún no se ha sabido llevar
bien a cabo, siguen diciéndonos lo Willys de turno, los Llamazares de nómina y
muchos socialistas de los que manejan el cotarro. El capitalismo, la libertad
individual, el control del crecimiento y de la acción, de vocación siempre
desmesurada, de lo público, son intrínsecamente malos. Por definición.
Sin embargo, aunque sin
límite concreto, ahora han de plegarse a incluir, nada menos que en la
Constitución, la referencia liberal al sacrosanto temor al déficit. Sea
bienvenida, hágase pronto su desarrollo normativo en la Ley Orgánica que se
compromete y adelántense los plazos en lo posible. Por calles anchas o por
estrechos alambres colgados sobre el abismo, caminar con equilibrio asegura que
al siguiente paso lo siga otro más y luego otro. Después de un verano malo, se
aproxima un otoño peor y un invierno cuya salida asusta imaginar. Hay muchas
cosas por hacer de aquí a abril para que podamos ver los famosos brotes verdes.
Impuesto o no, avanzar en el equilibrio presupuestario no es una de las menos
importantes.