miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lujos que se pagan

Por una vez, sin que sirva de precedente, pienso que no es el Gobierno el culpable máximo de la subida del recibo de la luz en un 10 por ciento o del 53 desde 2006. En un mercado cerrado por el oligopolio de las grandes compañías eléctricas y donde la competencia brilla por su ausencia, difícil lo tiene el Gobierno para no subir las tarifas que siguen reguladas, cuando se acredita la subida del precio de la energía en las subastas que realizan los productores.
Hasta ahí todo correcto -aunque entre 1996 y 2004 el precio de esta misma electricidad se redujo en casi un 40 por ciento- pero, lo que casi nadie nos cuenta es que de lo que pagamos en el recibo de la luz, menos de la mitad corresponde al coste de producción y menos de una cuarta parte al mantenimiento de las redes eléctricas de transporte. El propio secretario general de Energía reconocía, al presentar el nuevo sablazo, que de los diez puntos del incremento, sólo cuatro corresponden a la subida de precio de las materias primas. ¿A qué se debe el resto de lo que pagamos cada mes? Lujos asiáticos que nos permitimos.
La tercera parte de la subida, se debe a que usted y yo subvencionamos que se siga produciendo carbón nacional; mucho más ineficiente, caro e incluso contaminante, que el de importación. La razón oficial, para mantener los puestos de trabajo de los algo más de 5.000 mineros que quedan en España, en su mayoría en la cuenca leonesa, donde las fiestas mineras en las que Zapatero abría el curso. Como son 600 millones de euros anuales los destinados, resulta que cada minero nos sale por casi 120.000 euros/año, veinte millones de pelas. Aunque no podemos mirar a los mineros como si fueran controladores aéreos, porque no toda la pasta va a su bolsillo (por la mitad se quedaban encantados en casa), sino a los dos grandes grupos empresariales que en España se reparten la negra bicoca con pingües beneficios.
Otro buen mordisco para financiar las renovables, donde, paradójicamente, quien genera electricidad de fuente solar o eólica, nos la vende porque se la pagamos más cara de lo que le cuesta la que compra en la red, o sea, entre todos, llenamos sus bolsillos, no de quien tiene una pequeña instalación, sí de las grandes corporaciones que encontraron el negocio del siglo. Por último, otra parte la pagamos mes a mes para compensar a las eléctricas por las inversiones hechas en las nucleares cuya construcción paralizó el Gobierno González hace dos décadas y para pagar a precio de oro el tratamiento de los residuos en otros países.
Sin gas ni petróleo, con carbón caro y malo, un sistema de renovables no para el autoconsumo o rentable por producción, sino por las subvenciones y anclados unánimemente en el ¡Nucleares NO!, cómo no va a subir el recibo.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Cálida luz

Cuando dos almas se miran, aspiran el aroma de la otra o las yemas de los dedos de una rozan, siquiera levemente, la otra piel y surge, de repente, la atracción magnética, decimos que ha habido un chispazo. Cuando las esferas de privacidad de varias personas con fuertes vínculos de sangre o sentimentales se agrupan concentradas en un pequeño espacio y por ello se contraen, rozan e interaccionan más intensamente de lo que están acostumbradas, suele ser inevitable que salten chispas.

Cuando en la noche de los hogares, la oscuridad sólo era vencida por los débiles destellos de velas, candiles y quinqués o alejada por el fulgor del fuego en la chimenea, el titilar de las llamas agrandaba y empequeñecía a su antojo las sombras, caprichosamente las acercaba o distanciaba, mutaba en acogedoras o fantasmagóricas, quizás reflejo de ese sueño de la razón que en la etapa oscura de Goya, produjo monstruos. Cuando en las calles brillaba, al contacto exclusivo de la luz de la luna, el hielo que cae con las noches del invierno. Cuando leds, filamentos y neones no inundaban hasta el último rincón y las voces que contaban historias que siempre se habían contado y siempre eran nuevas, no habían aún sido suplantadas por las pantallas que siempre cuentan la misma historia, que siempre es vieja. Cuando los embozos no habían sido desposeídos de su utilidad y carisma por el petróleo de las modernas fibras, las calefacciones y los coches climatizados, también entonces había Navidad. Ya entonces había Navidad. Quizás era entonces cuando había Navidad.

Fue entonces cuando Hans Christian Andersen escribió “La pequeña cerillera” y Dickens su “Cuento de Navidad”, aún no superados. También en ellos juega la luz su papel estelar. Seguramente, si en nuestro tiempo hay una imagen que se nos viene a la mente al oír en cualquier época del año la palabra Navidad, aquella sea la del espectáculo de luces que todo lo inundan. Las calles, las casas, los centros comerciales. De hecho, ahora esta celebración no llega con la Nochebuena, ya no, ahora se inaugura cuando “El Corte Inglés” cuelga de sus fachadas las guirnaldas de bombillas y los ayuntamientos prenden la mecha de los arcos de luces.

Es por eso una mala jugada de este Gobierno, como lo podría haber sido de cualquier otro, aprovechar la víspera de la Nochebuena para decirnos que la luz subirá en sólo unos días el diez por ciento, sabiendo que no será la única subida en el año y viniendo de una larga retahíla de subidas recientes. Aunque quizás sea, alegóricamente, un guiño hacia tiempos pasados que también para él, fueron mejores. También un esfuerzo para que recuperemos el verdadero espíritu navideño, tal vez porque tanto para el amor como para el roce y la discusión, es preferible la cálida luz de la llama a la fría de la electricidad. Feliz Navidad.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Fuerzas necesarias

Durante meses, los focos se han posado sobre la organización que representa mayoritariamente a los empresarios españoles. Por un lado por las múltiples vicisitudes que han afectado a su, hasta hace dos días, presidente por su empeño en seguir ostentando un cargo para el que ya no estaba legitimado tras la debacle de su grupo empresarial y sobre todo por su forma de actuar ante ella. Por otro, por el empeño que algunos ponían en evitar que la salida a la situación de crisis organizativa en que se veía sumida la CEOE se produjera a través del proceso natural, es decir, la celebración de unas nuevas elecciones para la designación de un nuevo presidente.
Finalmente, y no sé de quién ha sido el mérito -aunque lo importante es que no haya nadie que pueda apuntarse el demérito de haber conseguido lo contrario- la vía democrática se ha sustanciado y ha resultado elegido el eterno aspirante, Juan Rosell. No voy a hablar de él ni de sus cualidades, que no conozco más que vagamente, otras voces más autorizadas lo están haciendo ya y, al final, por sus hechos lo iremos conociendo. Lo que me interesa destacar es que en contra de lo que muchos profetas acostumbran a anunciar en estos casos, el hecho de que hubiera dos candidaturas y que haya habido enfrentamiento en las urnas, no sólo no supone el nacimiento de un liderazgo debilitado sino todo lo contrario.
La fortaleza de un liderazgo deriva por principio de la legitimidad con la que nace y ésta es directamente proporcional a lo participativa y libre que sea la elección. En cualquier ámbito de actuación, incluido el político, esto es indefectiblemente así. Es cierto que la democracia no garantiza el acierto, ni que sean los mejores los elegidos en todo caso, ni que el así elegido vaya a actuar mejor, pero estadísticamente se acerca bastante más al cumplimiento de esos criterios que cualquier otra forma de designación.
En estos momentos de inusitada turbación, anticipo de meses de crisis aún más dura, conviene que todos los estamentos socialmente representativos estén dotados de la máxima legitimación y, en eso, los empresarios han dado un buen paso. El segundo pilar de la fortaleza está en la unidad. Zamora, valga la exageración, se ha venido caracterizando por tener más asociaciones empresariales que empresarios y en algunos momentos con enconados enfrentamientos. Ahora mismo, sin embargo, se percibe que el clima que se respira es más proclive a la unión y a la actuación conjunta de lo que lo ha sido en muchos años. Estaríamos, pues, ante una magnífica ocasión para olvidar viejas distancias y asumir todos que Zamora necesita emprendedores y con ellos, igual que instituciones fuertes y sindicatos socialmente representativos, también exige fortaleza y unión empresarial y los necesita cuanto antes. Es un reto que no debería quedar en otro simple buen deseo navideño.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Palmaditas en el hombro

Incluso las fuentes oficiales auguran ya que el primer trimestre de 2011 será peor parra el empleo de lo que lo ha sido 2010. El dato no es muy alentador, cuando ya en estos momentos nuestras cifras del desempleo son las peores de toda la Unión Europea.

No sólo son los cinco millones de parados, o que buena parte de ellos lleven colgada la etiqueta de parados de larga duración. El agravante es que de los más de cuarenta millones de españoles, sólo veintitrés millones somos población activa y descontados los dramáticos cinco millones reseñados, quedamos en dieciocho los que conformamos la “población productiva”. Claro que, en esta última cifra, aún hay que hacer otra salvedad. En España hay una nómina de casi tres millones doscientas mil personas cobrando de las administraciones públicas, trabajadores que aportan al sistema público pero que de él perciben una cantidad superior. Estamos pues, en que la economía realmente productiva supone 15 millones de personas contribuyendo, y por las que las empresas contribuyen, para financiar socialmente a otros 17 millones de ciudadanos: los 3 millones de funcionarios, los 5 millones de parados y los 9 millones de pensionistas. Escalofriante.

En Europa nos aprietan las tuercas y al hacerlo no nos castigan, nos abren los ojos antes de que todo sea aún más irreversible. Así, tras unas palmaditas en el hombro, como las que daban los generales a los soldados de infantería, al enviarlos a una muerte segura en la primera línea de fuego del frente de batalla, Merkel alaba a Zapatero cuando, cercado y entregado, abdica de sus compromisos, ideología y principios, y anuncia, lejos de nuestras fronteras, que con carácter inmediato subirá la edad de jubilación a los 67 años (y sólo es el primer paso, tengámoslo claro). Merkel sabe que los alemanes están hasta el gorro –y amenazan pasar factura electoral- de financiar los caprichos, la mala gestión y el despilfarro de los alegres y joviales mediterráneos.

Si enero va a ser peor y nada indica que abril se anuncie mucho mejor, lo evidente es que medidas duras van a hacer falta más y, en ese caso, para minimizar los daños, cuanto antes se adopten, mejor. Sin embargo, la esquizofrenia económica de este país es tal, que mientras a trabajadores que llevan toda la vida “currando” y cotizando, se les obliga a permanecer dos años más, a otros se les seguirá prejubilando con cincuenta y pocos años y con costes nada despreciables.

El objetivo final debería ser -hasta ahora no lo es- el sacrificio de todos en lo no imprescindible, la contención radical en el número de funcionarios salvo en contadas áreas y la disminución del déficit mediante el recorte del gasto (no con la subida de impuestos) para conseguir lo único que puede sacarnos del pozo por el que caemos, la creación de empleo productivo. Pero esto, de momento, parece que no toca.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Zamora en su Odisea

Editorializaba La Opinión-El Correo de Zamora el pasado domingo bajo el título “Por qué Zamora no alza la voz”. La tesis central versaba sobre cómo es posible que una provincia con un elevado desempleo, no cíclico por la crisis sino estructural, una de las tasas de actividad más bajas del país, el atraso histórico en el acceso a las infraestructuras más importantes y unos índices alarmantes de despoblación, envejecimiento y fuga de la población más joven y preparada, no se genere una sola corriente reivindicativa digna de tenerse en cuenta.

Es cierto que aquí, salvo sobre la Semana Santa en la capital y algunos asuntos esporádicos y siempre menores, no hay nunca debate ni ebullición social. Y ahí llegamos a una de las preguntas clave. ¿La sociedad es así porque no tiene líderes o no hay líderes porque la sociedad es así? Ni siquiera nos extraña cuando algunos de nuestros políticos, a veces da igual el partido, demuestran estar deseando marcharse (no de la política, eso es libre y la puerta ancha, sí de la provincia), desde el mismo instante en que acceden al cargo.

Al respecto, el Editorial se adentraba en la cuestión de si es la zamorana una sociedad desideologizada, citando una encuesta según la cual los zamoranos nos definimos más que en ninguna otra provincia, muy mayoritariamente de centro, algo que, interpretan los sociólogos, es debido a que la población prefiere no mojarse en terrenos que considera ajenos y lejanos. Evidentemente, callarse la ideología, incluso ante una encuesta anónima, es algo absolutamente libre y respetable, pero denota dos cosas, la falta de compromiso para defender aquello en lo que se cree y la desconfianza ante todos, incluido el anónimo entrevistador. Así pues, nada se puede recriminar, e incluso podría parecer electoralmente acertado, que hasta el presidente provincial del partido mayoritario en Zamora diga, entre los datos personales de su página oficial en “facebook”: “Ideología política: moderado”.

Creo en el acierto pleno, la conveniencia y la oportunidad de que desde éste y otros ámbitos de la sociedad, no sólo los estrictamente académicos, aunque también, se abra este debate y, de que como hacían el domingo los sociólogos Amando de Miguel y José Manuel del Barrio, muchos otros zamoranos, de aquí y de afuera, se sumen con sus opiniones al mismo. Sólo en un diagnóstico hecho a partir de la observación a corazón abierto de nuestras virtudes y defectos colectivos, de nuestras fuerzas y debilidades, podremos dar con los hilos que han tejido nuestro no afortunado transcurrir histórico a lo largo de los últimos siglos y, tal vez a partir de ahí, fijar el timón, rumbo al progreso.

Resignarnos es la otra opción. Mientras escribía recordé que ya en la Odisea está escrito que los dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Vargas y la libertad

He leído y releído, auscultado y escrutado, el discurso de Vargas Llosa ante la Academia de los Nobel. Daría para mil artículos sin que ninguno de ellos ni el conjunto de todos, valiera por un solo párrafo de los escritos por el peruano-español. Por limitación del espacio y del intelecto, y también, por qué no, por ser, quizás, lo que se espera refleje este espejo, me quedo con el caminar que a lo largo del texto aflora permanentemente, por los senderos de la defensa de la libertad y la íntima correlación de ésta, causa y efecto, germen y reivindicación mutuas, con la literatura.

Sostiene Vargas que aprendió de Sartre que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. De Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana. De Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada. De Aron, Revel, Berlin y Popper tomó el “ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china”.

Es cierto que de no ser tan reiterado desde el último tercio del siglo pasado, no podría creerse cómo buena parte de la intelectualidad de Occidente puede permanecer silente, cautiva y hechizada cuando no activa en defensa de algunos de los regímenes más funestos, asesinos y liberticidas de la historia moderna. No así Vargas Llosa, quien pese a que como en sus palabras recordaba, en su juventud, como muchos escritores de su generación, fue marxista y creyó que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en su país, América Latina y el resto del Tercer Mundo, evolucionó gracias a su literatura y a su experiencia vital hacia el liberal que “trata de ser”. Y eso precisamente es lo que muchos, desde la izquierda, no le perdonan. De sus vidas paralelas, se quedan con el García Márquez justificador de la tiranía cubana y no el Llosa que denuncia la opresión allí donde se dé, se disfrace del color del que se disfrace.

Escribió Borges que quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes. Nos recuerda el nuevo Nobel que “la literatura nos alerta contra toda forma de opresión y por eso todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes”. Si Claudio Rodríguez desveló que la claridad viene del cielo, Vargas Llosa nos descubre que sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Barra libre

Este largo fin de semana, paradigma del absurdo y la insostenibilidad de la economía competitiva de una nación que convierte, año tras año, prácticamente una semana completa en vacacional, con nula productividad salvo en el sector turístico, he leído algunas entrevistas a uno de sus coordinadores, el brasileño Otaviano Canuto, vicepresidente de la institución. En ellas, como en el prólogo del libro, defiende que se deberían establecer sanciones para los políticos que no cumplan los planes fiscales que ellos mismos aprueban y pone como ejemplo la Ley que en Brasil fijó la no elegibilidad de los gobernadores de Estados que incumplieran los límites fiscales de gasto público, llegando incluso a prever sanciones penales para ellos.
Leo también una entrevista a José Folgado, ahora alcalde de Tres Cantos, en la que bajo el titular «Tres Cantos, el paradigma de un Ayuntamiento con deuda pública cero», desgrana cuáles han sido sus recetas para haber cerrado sus tres ejercicios como primer edil de esa localidad con deuda y déficit fiscal cero. Se resumen en una: Voluntad política.
Solo con ella, en un universo siempre en expansión como es el de la intervención política en la sociedad, puede mantenerse el respeto a aquel principio del sacrosanto temor al déficit y por ende, la contención de los gastos en tanto en cuanto no se generen ingresos para cubrirlos o bien que éstos no supongan un mayor daño a la actividad productiva de la sociedad que el beneficio que generan para ésta en su conjunto.

En la misma línea de Canuto, Folgado, con varias décadas de experiencia en la dirección de sendos servicios de estudios económicos, primero de un grupo de empresas y luego de la CEOE, también como profesor de Economía en la Universidad Autónoma de Madrid y por último como gestor público y secretario de Estado en los gobiernos Aznar, termina su entrevista proponiendo que primero el Estado pague lo que debe a Ayuntamientos y Comunidades y luego tome medidas con aquellos que incumplan sus obligaciones y compromisos presupuestarios, empezando por dar publicidad a todas las sanciones que sean impuestas: «Que el Banco España y el Ministerio supervisen sus proyectos y sus contratos durante 5 años e, incluso, si se da el caso, que se suspenda de empleo y sueldo al alcalde. Ya si la gente sigue votando a estos señores, ellos verán».
Ya, ya sé que muchos de nuestros políticos, entre ellos, algunos personajes vargasllosianos que por aquí trataron de menospreciar a Folgado -siempre en «petit comité» eso sí- reirán y dirán, como en el verso de Bécquer, «¡ladridos de los perros a la luna!». Y sin embargo, la desestabilización de las economías por la deuda y el déficit genera efectos tan a largo plazo que la barra libre del gasto hoy, ha de pagarla con abstinencia la siguiente generación.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Alarma de Estado

España se merece un Gobierno que no mienta. Un Gobierno que gobierne. Que solucione algún problema más de los que crea. Que no niegue la evidencia. España, en suma, se merece tener lo que habitual, común, vulgarmente se viene conociendo como un Gobierno. España sí, otra cosa es si los españoles nos merecemos algo mejor que lo que tenemos.

Cómo si no, entender que veamos mal a cualquier político que cuente cosas desagradables a nuestros oídos acostumbrados sólo a la música celestial. Cómo se entiende que hiciéramos presidente del Gobierno de la Nación a alguien cuyo único mérito profesional, académico y de gestión fuera llevar un par de décadas como diputado silente en el Congreso. Alguien a quien ningún ciudadano habría encomendado la gestión de su patrimonio personal, a quién ni el más pequeño empresario hubiera dejado la llevanza de su negocio durante un par de meses.

A ese alguien, porque decía cosas bonitas aunque vacías, porque sonreía ante las cámaras y presumía de talante y buen rollito pasara lo que pasase, le votaron suficiente número de españoles como para que este país se permitiera un lujo que era la antesala del suicidio colectivo. Zapatero, el del pensamiento Alicia, como lo bautizó preclaramente el filósofo Gustavo Bueno, nos “molaba cantidad” seguros como estábamos de que el bienestar logrado en los últimos años era fruto de lo guapos y geniales que somos los españoles y no del esfuerzo de todos, del control económico del presupuesto y del freno al despilfarro de los recursos por parte de nuestros gobernantes, entre ellos, de uno feo, con bigote, a veces seco y adusto y que no “molaba nada”. Como cuando Solbes con una burda sarta de mentiras escandalosas “ganó” en todas las encuestas aquel debate frente a un Pizarro que cometió el enorme error de decirnos la verdad sobre una crisis que “no existía y de la que saldríamos mejor que los demás”.

Tras un año de conflictos, negociaciones, cambios legislativos y modificación de condiciones laborales de los controladores aéreos, casta privilegiada y bastante carente de escrúpulos de funcionarios, la aprobación justo la víspera del puente más importante del año, de un decreto por parte del gobierno que sabía de antemano iba a ser tomado como una ruptura de las negociaciones y una declaración de guerra, sólo puede ser interpretada como un gesto más de torpeza, incapacidad, imprevisión y descoordinación del Gobierno. Eso siendo biempensantes, de lo contrario pensaríamos en un gesto conscientemente premeditado para armar una buena escandalera con la que desviar la atención y generar una diana contra la que disparen su frustración los ciudadanos.

Preocupan los que no han podido volar, pero ¿más que los cinco millones que no tienen trabajo o que los dos millones en cuyas familias no tiene ingresos, ninguno de sus miembros? Ese es el verdadero estado de alarma, o más bien la alarma en la que está nuestro Estado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Polémica fiscal

Si el incremento de los valores de las viviendas de Zamora supone, lógicamente, una subida en la tributación, no se puede hacer responsables de ello al Ayuntamiento y su alcaldesa. Al ser fruto de una revisión catastral que acerca los valores a los reales de mercado y que elabora el Gobierno nacional, es a él al que hay que pedir cuentas.
Cuestión distinta es la amenaza de crear de nuevo la tasa por recogida de basuras. Tasa que desapareció hace menos de una década, integrada en el impuesto de bienes inmuebles, o como todavía se le llama, el recibo de la contribución. Cuando la tasa desapareció, nadie dijo que se tratara de una bajada de impuestos, porque no lo era, ya que el importe exacto que dejaba de recaudarse por tal concepto, se compensó con el incremento del coeficiente del IBI para que la recaudación por éste último fuera la misma que hubiera sido por la suma de los dos tributos en las condiciones anteriores. Entonces, ¿por qué se hizo el cambio?

Varias fueron las razones, la primera, conceptual, las tasas se establecen para cubrir el coste de un determinado servicio que el ayuntamiento presta al vecino. Cada uno debería pagar en la medida en que se beneficia de ese servicio pues su coste, según la definición de este tributo, debe ser divisible para cada usuario. En tasas como la de expedición de documentos, la de abastecimiento de agua o la retirada de vehículos por la grúa, es fácil esa determinación individualizada; en el caso de la de basuras, esto es simple y llanamente, imposible. Las otras razones fueron de carácter eminentemente práctico. El recibo del IBI es pagado en periodo voluntario por una media de 98 de cada 100 contribuyentes, muchos puntos por encima de lo que ocurre con el resto de los padrones, con lo que los costes de gestión de la vía ejecutiva son insignificantes.

Mantener actualizado un padrón independiente –de menos de 2 millones de euros- para la recogida, tiene unos costes mucho mayores, cuando en realidad este servicio se presta a los mismos inmuebles que están sujetos al IBI. Una absurda duplicación de esfuerzos por lo tanto. Incluso desde un punto de vista redistributivo, parece de justicia que dado que no es posible individualizar la basura que cada vivienda genera, el pago sea en función del valor de la misma, ya que se estima por ubicación, tamaño y otros criterios objetivos.

En mi opinión, es lógico que del plusvalor de los inmuebles puesto de manifiesto con la revisión catastral de la que el único responsable es el Gobierno de la Nación, participen proporcionalmente el dueño y las arcas municipales. Pero, si se aprovecha tal circunstancia para crear un nuevo tributo, reimplantando la tasa de basuras sin reducir en su exacta proporción el coeficiente del IBI, eso sólo tendrá una razón de ser, la recaudatoria. Y de eso sí serían responsables el Ayuntamiento y su alcaldesa.