domingo, 30 de marzo de 2014

Abriendo camino

El Partido Socialista de Cataluña ha decidido abrir el tarro de las esencias de cara a la elección de su candidato a intentar recuperar la alcaldía de Barcelona. Una alcaldía que durante mucho tiempo consideró casi de su propiedad pero en la que ahora manda un peculiar alcalde de CiU. El PSC ha considerado que perdió ese sillón por haberse alejado de los problemas y el sentir de los ciudadanos. Por pensar que son los militantes e incluso los votantes quienes están al servicio del partido y de aquellos a quienes el partido designa para tal o cual responsabilidad y no ellos al servicio de los ciudadanos. Nada distinto, por cierto, de lo que ocurre con carácter habitual en cualquiera de nuestros partidos políticos.

En Borges, “Pierre Menard autor del Quijote” trata de escribir de nuevo la obra de Cervantes. No se trata de una nueva versión del Quijote, tampoco repetir de memoria cada palabra, cada frase, cada capítulo de nuestra más universal obra literaria. Pierre Menard busca ponerse en la misma situación, el mismo contexto, la misma circunstancia que diría Ortega, no para imitar a Cervantes sino para ser Cervantes y como tal escribir el Quijote.

Salvando las amplias diferencias, por ahí va la novedosa propuesta del PSC. Propuesta al estilo del único país que desde su fundación siempre ha sido una democracia. Una revolución para llegar a un sistema de primarias al estilo americano. Primarias abiertas a militantes y a simpatizantes en general. Primarias para que unos cuantos, más bien pocos, no piensen que saben más de lo que el pueblo necesita y el pueblo quiere que todos los demás ciudadanos juntos.

Un sistema de primarias como el que se está ensayando en Barcelona supone como en el relato de Borges reescribir la democracia pero no buscando una nueva versión de la misma, sino escribiéndola desde cero. Desde el propio significado nuclear de la palabra y del concepto democracia. Un simpatizante un voto.

Los candidatos a ocupar el sillón del primero de los barceloneses por la opción socialista han tenido tiempo de llevar sus propuestas a los ciudadanos. De debatir en los medios de comunicación. De darse a conocer entre los posibles votantes para que sean ellos quienes decidan entre los de su ideología a quien quieren.

Es cierto que para muchos de los que anidan en el campo de la política la verdadera salsa de esta noble actividad no está en la dialéctica ideológica ni en el enfrentamiento en el ring de los ciudadanos sino en las conspiraciones de pasillo, en los despachos cerrados de las sedes partidarias, en la lisonja, el peloteo y la subyugación al poder del líder de turno. Para ellos experiencias como la de los socialistas barceloneses suponen una amenaza. Bienvenida sea esta primera verdadera amenaza. Ese es el camino razonable en pleno siglo XXI. Y como tal, no sin dificultades terminará imponiéndose.

domingo, 23 de marzo de 2014

Transición

Adolfo Suárez está en su hora cuando, circunstancias del destino, la España
que tanto le debe atraviesa por sus peores momentos. Una enfermedad fue
degradando su existir y degenerando cuerpo y mente hasta encerrarlo en un
mundo lejano, en otra dimensión del tiempo y el espacio de la que poco
sabemos pues nadie volvió para contárnoslo. Ha pasado los últimos años
transitando hacia lo inevitable que a todos nos iguala en la misma soledad
interior que probablemente sintiera en muchos momentos de aquella otra
transición que protagonizara en los albores de nuestra aún joven pero ya
gastada convivencia democrática.

Suárez llegó del franquismo más institucional, ése del que llegaron tantos
que ahora lo niegan. Del mismo aparato administrativo del que a izquierdas y
a derechas, padres e hijos regaron los tres poderes del Estado, las grandes
empresas públicas, los consejos de administración de las mayores privadas,
los medios de comunicación y cada una de las instituciones que conformaron
el cuerpo de un nuevo régimen al que se llegó por reforma y no por ruptura
en uno de los primeros y sin duda el más importante acierto de todo nuestro
siglo XX y lo que llevamos del XXI.

Designado por la mano de un Rey también heredero de una dictadura que murió
plácidamente en la cama por mucho que quienes gustan de reescribir la
historia lleven años pretendiendo convencernos de que Franco tuvo inmensa e
intensa oposición. Por fortuna para todos, después de un primer intento
fallido, a la segunda el monarca acertó eligiendo del mismo corazón del
"Movimiento" a quien y a quienes debían desmontar su régimen para avanzar
hacia la democracia.

Su cuerpo nos deja ahora aunque la esencia del hombre no es el cuerpo sino
la consciencia del existir y esa se apagó hace ya tiempo, como decayendo ha
ido el espíritu de aquella Transición perfecta en su núcleo aunque, como no
podía ser de otro modo, dejara unos cuantos cabos sueltos, algunos perfiles
sin definir, ciertos cortes sin desbastar. Pero si algo fue la Transición es
convivencia, voluntad de caminar juntos, renuncia a los fundamentalismos,
ansia de espacios comunes, acomodo en las intersecciones y olvido de las
heridas fratricidas.

No estaría mal que su muerte diera lugar a que todos miráramos un tanto
hacia atrás, no sólo en las declaraciones públicas más o menos prediseñadas
de los políticos actuales, de quienes compartieron sus éxitos o de quienes
vivieron sus fracasos. España necesita otra pasada por la Transición, por
aquellas cualidades que casi cuarenta años después podrán parecer ingenuas
pero no por ello dejan de ser necesarias.

España como proyecto colectivo ha perdido buena parte de sus referentes,
salvo dos el cainismo y esa pulsión autodestructiva que como las aguas del
Guadiana a veces se ocultan pero siempre están ahí. Las termitas han
debilitado sus pilares y agujereado sus estructuras. Los noticiarios no
abundan más que en crisis y escándalos. Aún no hay brotes verdes de los de
verdad.

domingo, 16 de marzo de 2014

Ante el separatismo catalán

Ya escribí en su día que seguramente lo más inteligente sería hacer los cálculos de las inversiones de España durante los últimos 100 años para hacer de Cataluña la gran privilegiada de nuestras regiones, hacer la correspondiente liquidación y venderle al gobierno de la Generalidad la independencia.

Pero como eso no parece que vaya a ocurrir ni hoy ni mañana, nos quedan sólo el resto de las opciones y reconozco que ahí el Gobierno de España tiene algo mucho más complicado de salvar que una china en un zapato. Rajoy ha optado por ser Rajoy en estado puro y hacer sin hacer.

Esto en otros escenarios y ante otras crisis como la económica lo he criticado reiteradamente, porque casi nunca las cosas tienden a arreglarse por sí solas y cuando lo hacen suele ser después de haber perdido un tiempo precioso y con un coste de oportunidad excesivamente alto.

Sin embargo es posible que ante el frentismo de los líderes independentistas no sea una mala opción. Tratar de que vayan quemando la pólvora en salvas de artificio a la espera de que cuando de verdad quieran dar el paso definitivo no tengan suficiente fuerza para burlar al Estado de Derecho o hayan aburrido tanto a los propios con los cañonazos que hayan empezado a ver la futilidad de la épica propuesta. No lo tengo claro, pero puede que sea buena estrategia por mucho que no me encaje y me parezca el mayor error de bulto que sea el ministro de Asuntos Exteriores el que ponga la cara y la palabra en tal asunto.

Buscando el lado opuesto también se puede pensar que el actuar no actuando lo único que va trayendo es que la moral de los independentistas vaya creciendo y con ella su expansionismo hacia el pensamiento único y totalitario por la independencia. Desde ese pensamiento, el riesgo es que cuando el Estado (según esa terminología nacionalista que han conseguido se asuma por todos) pretenda actuar y fijar las primeras cortapisas radicales a los pasos de los transgresores de la legalidad, éstos ya tengan ganada la batalla o bien, en caso de éxito en el freno, sea tal el grado de frustración en la sociedad catalana que ya se veía “una, grande y libre”, que lo único que se consiga sea una corta prórroga antes del desenlace inevitable.

Espero que el presidente del Gobierno en este caso sí acierte con su cuestionada estrategia, por mucho que tantos no lo veamos muy claro. Si no se tratara de algo tan serio, o quizás porque se trata de algo tan serio, el análisis puede dar para una clásica y compleja representación de lo que en matemáticas se denomina la teoría de juegos. Es mejor tirar o aflojar. Frente a un frente levantar otro frente o dejar campo para que aquel se extienda y con ello pierda la fortaleza que da lo compacto. He ahí la cuestión.

domingo, 9 de marzo de 2014

¿Existe Europa?

La vieja Europa sigue durmiendo el sueño de los justos. El de una creación en la que nadie nunca terminó realmente de creer. Por la que nadie parece apostar en realidad, salvo por intereses personales o nacionales y todos ellos básicamente coyunturales. A pesar de todo el fasto y los adornos en poco hemos avanzado más allá de la progresión en los acuerdos económicos que ya sirvieron de excusa para su primera conformación contemporánea.

Eso, que demuestra cortedad política de miras puede sin embargo terminar convirtiéndose un día, aún lejano, en su mayor ventaja. Porque cuando los políticos no andan ciertos caminos obvios, terminan siendo los pueblos, o mejor aún, los ciudadanos de esos pueblos los que los andan por su cuenta si no son coartados por el poder.

En la primera clave es como se pueden entender episodios de quiero y no puedo. De no puedo porque en realidad no quiero en el ámbito de la tan cacareada pero nunca llevada a cabo política exterior común. El penúltimo el que estamos viendo con Crimea en el que es la voz de Rusia y Estados Unidos la que suena y la de Europa la que calla.

La vanidosa Europa aún no ha purgado la vergüenza de lo sucedido hace nada en los Balcanes. En una época y un territorio en los que parecía impensable una tragedia humanitaria como la del genocidio y los francotiradores. Con una crisis en la que una vez más sólo los odiados americanos, tanto da que bajo el casco azul de Naciones Unidas, fueron capaces de restablecer orden y cordura.

Europa aún sigue en un trasnochado complejo de culpa frente a las armas, los ejércitos y todo aquello que no sea el melifluo pacifismo que las más de las veces no es tal sino aburguesamiento, cobardía, comodidad, vagancia. Tales fueron sus excesos antes que ahora sólo cabe el pecar por defecto. Por ello, en cuestiones internas como la ucraniana, mejor nos mantenemos al margen. Si Rusia nació en Kiev, que lo hizo y si Crimea es rusa por historia y por población, lo mismo dan las palabras al viento (a las ondas más bien y para consumo interno) de los líderes europeos.

Y con ello, que más dan las próximas elecciones europeas si no es por la lectura interna que como encuesta podamos hacer de sus resultados. Tan es así que el partido llamado a ganarlas aún no tiene ni candidato y la candidata del que le discute la victoria es solo una jugada en el tablero nacional de su partido. 

Quedan por tanto el termómetro para las generales y la expectativa de si el voto de castigo a los grandes partidos en su peor momento de valoración por los ciudadanos va a suponer el respaldo de otros más pequeños que, unidos por su voluntad regeneracionista no han sido, sin embargo, capaces de articular una alternativa conjunta al margen de egoísmos y protagonismos, perdiendo, probablemente, su gran oportunidad.

domingo, 2 de marzo de 2014

Los muñidores

De Juan Manuel Moreno, designado no elegido, dirigente máximo del PP de Andalucía y candidato a las próximas elecciones autonómicas, todos dicen que es buena persona. En lo poco que lo conocí en mis lejanos años de política, también me lo parece.

Lo malo es que en cualquier orden de la vida profesional la experiencia demuestra que cuando la alabanza de alguien empieza por su definición como buena persona, habitualmente significa que detrás de eso no hay mucho más. Ni en contenido, fondo intelectual o capacidad de liderazgo y gestión, aunque sí normalmente lo que hay es alguien detrás manejando los hilos y creyendo que con ese candidato seguirá manejándolos, aunque son frecuentes los casos en que quien pensaba seguir muñendo se da de bruces con la “sublevación” del apadrinado.

Lo que describen las primeras palabras de esta columna es lo que hace que el nuevo candidato a presidir Andalucía parta con enorme desventaja frente al poder establecido –por mucho que la actual presidenta haya sido aupada a la púrpura del mismo exacto modo, por designación digital y urgente -y a la vez con apoyo escasamente entusiasta por parte de sus correligionarios y votantes naturales, lo cual por mucho que no interese verlo así, es completamente lógico.

El eterno manejador político que es Javier Arenas perdió, aún ganándolas en votos, las últimas elecciones andaluzas cuando debería haberlas ganado de manera aplastante. Se demostró que igual que en Castilla y León Óscar López no ganará nunca viniendo los fines de semana desde Madrid, tampoco allí, por mucho AVE que haya, las va a ganar para el PP alguien que no esté inmerso en la Comunidad. Dos años después de aquello, con vacío de poder, propuestas y liderazgos de por medio -por interés directo del mismo Arenas-, otra vez desde Madrid ven lo que dicen todas las encuestas, que el descalabro va a ser morrocotudo y que una dirigente vacua y falaz como la que hoy preside la Andalucía de la corrupción generalizada les ha comido la merienda de nuevo.

Y de nuevo se demuestra que la peor corrupción no es la económica sino la que prostituye el sistema democrático y a sus instituciones. La corrupción institucional, la de la desviación de poder que pasa del pueblo –expropiado de soberanía- a los grupúsculos que dominan los grandes partidos y que permite y alimenta todas las otras corrupciones. Ni de ésta, ni de la forma en que ha sido designado tiene la culpa Moreno. Pero sin ella quizás no hubiera quedado impune tras falsear groseramente un currículum en el que a medida que ha ido acumulando cargos públicos ha ido quitando títulos inventados.

Es lo que tiene ser profesional del “aparato”. Luego se dan casos como el del parlamento catalán en el que el portavoz del PP se equivoca de dedo al aire y ocho de sus diputados votan a favor de la independencia. Pero esa es otra historia y, sin embargo, la misma.