domingo, 24 de mayo de 2015

En conciencia

No es que lo de hoy sea lo único importante de la democracia, por mucho que algunos se empeñen en limitar nuestra participación a cada cuatro años introducir una papeleta en un sobre y el sobre en una urna. No es lo único, pero sí es esencial para la democracia. Jornadas como la de hoy nos hacen a los ciudadanos partícipes en la toma de decisiones que durante los próximos años nos van a afectar en nuestra ciudad o en nuestra comunidad autónoma.

Hoy ustedes son los únicos dueños de su voto, así que ejercítenlo -o no, que eso forma parte también de su libre albedrío- como les apetezca. Voten con el corazón, como algunos les han pedido. Háganlo con la cabeza, como otros les sugieren. Ejecútenlo con las vísceras si éstas y su situación personal o familiar o laboral así se lo demandan. O, como yo pienso hacer, que no deja de ser una mezcla entre todos ellos, voten en conciencia.

En conciencia con uno mismo. En conciencia con lo que uno quiere para sus conciudadanos. Lo que desea para su ciudad. En conciencia con lo que ha visto, vivido o sentido en el pasado. En conciencia con lo que uno percibe, siente, disfruta y padece en el presente. En conciencia con lo que se sueña para el futuro de la ciudad, la villa o el pueblo y para todos los que en ellos habitamos. En conciencia por nosotros y por los nuestros. Distingan liderazgos de caciquismos sean de nuevo o de viejo cuño. Separen la expresión de los principios de aquello que no son más que fuegos de artificio. Lo sustancial de lo fatuo.

Desprecien los miedos con los que los más mediocres tratan siempre de cautivar -palabra más suave pero no alejada en su significado de esclavizar- nuestra voluntad. Huyan de esconder, como el avestruz, la cabeza bajo la tierra. Participen, opinen, militen pero no se subyuguen más que a sus propias ideas, a su visión de los problemas, a su intuición de las soluciones. No se unzan a otro yugo que el de la libertad. De pensamiento, palabra y obra, ningún otro bien más sagrado en la vida que el de la libertad. 

En conciencia, voten lo que les dé la gana, porque el voto es solo suyo. A nadie se lo deben. No hay modas que valgan, ni imposiciones, ataduras ni créditos o débitos. No existen derechos adquiridos ni por qué dejar que algunos se crean con derecho a exigirles seguimiento.

El teatro de la política concluyó el viernes y volverá a empezar esta noche. La escenificación será un  ejercicio de nobleza o de mezquindad, eso ya no dependerá de ti, amigo lector, pero el voto sí. Ése, que no te lo quite nadie, entrégalo tú a quién quieras y como quieras. Es lo único que, en conciencia, te puedo recomendar. Aunque, en conciencia, tampoco tienes por qué hacerme caso.

domingo, 17 de mayo de 2015

Cosas que le están pasando al PP y algunos en el PP no quieren ver

Tengo para mí que muchos dirigentes del Partido Popular no entienden que las preferencias de los ciudadanos se estén yendo a otras opciones políticas según indican todas las encuestas y según se respira en la calle, cosa que sin problema apreciarían a poco que salieran de su torre de marfil, retiraran de la nariz el pañuelo perfumado con azahar que algunos se han acostumbrado a llevar o cesaran en el impulso de expandir, con más obcecación que reflexión, como si del botafumeiro de la catedral de Santiago de Compostela se tratara, el intenso aroma a incienso que enmascare los malos olores que, en lo político, fluyen por doquier.

Tengo para mí que en sus procesos cerebrales, más o menos engrasados -hay que reconocer que no es lo mismo Sáinz de Santamaría que Villalobos, por poner un simple ejemplo- no conciben que la España que ellos ven no sea la que ven casi con unanimidad el conjunto de los españoles. Que los ciudadanos se tomen como una “chuche" de las que Rajoy hizo famosas en la anterior campaña, la evidente mejora de la economía y de la percepción internacional de España, los datos de reducción del desempleo, la bajada de la prima de riesgo y con ella de los tipos de interés o la incipiente recuperación del crédito financiero en favor de empresas y particulares.

El PP no sólo es el partido que más candidatos presenta en toda España a las elecciones municipales, sino que en sus filas tiene a algunos de los mejores alcaldes, concejales, muchos de ellos avalados por una buena gestión al frente de sus instituciones. Y sin embargo se desangra y lo hace cada vez más por donde más le duele, por parte de sus bases más históricas y más cualificadas. Por aquellos capaces de articular un pensamiento crítico, que sólo por recordarlo, es el que hace a las fuerzas políticas avanzar al ritmo de la sociedad y no quedarse desfasadas, ancladas al halago simplón al líder de turno y al estatus del momento. 

Cuando en 1990 Aznar refunda el PP en el Congreso de Sevilla, convirtiéndolo en la casa común del centro-derecha español pone las bases para configurar un partido de gobierno desde el centro ideológico como no lo había habido nunca. Sólo la CEDA en la Segunda República, que no era un partido, sino una confederación y la UCD amalgamada ya para lo institucional y el Gobierno, no para el concurso en las urnas, se habían acercado a lo que pretendía y consiguió la refundación del PP. Y así, en esta España que pese al profundo conservadurismo que radica con carácter general en el ADN de los españoles (sea cual sea su posición ideológica), se manifiesta sociológicamente de izquierdas, el partido popular ha conquistado dos periodos de poder casi homogéneo. Una duró los ocho años de Aznar. Otra, la actual, con tres años en los que gobierno central, prácticamente todas las comunidades autónomas y la inmensa mayoría de las provincias fueron vestidas de azul por los votantes. 

La primera se truncó abruptamente por la marcha de Aznar, una campaña electoral muy mal llevada y el salvaje atentado del 11-M. La actual, por el divorcio entre Gobierno y sociedad y muy especialmente por -en palabra de moda- la desafección de las bases ideológicas y electorales frente al rumbo de la acción de gobierno y a la falta de democracia interna y participación. En una semana, en provincias y comunidades autónomas, unos con más culpa que otros, los candidatos populares van a empezar a pagar el pato.

Sí, ya sé que buena parte de los dirigentes dirán que no, pero Aguirre que de tonta no tiene un pelo, no sólo lo sabe, sino que combatir la indiferencia, el desencanto y hasta el rechazo por una parte de la militancia y los votantes más fieles del PP se ha convertido en el verdadero “leit motiv” de su campaña, golpe a golpe, chéster a chéster. Lo mismo ocurre con Aznar, al que la distancia con la que puede observar le garantiza olfato y objetividad. Así, tanto él como su “think tank” la fundación FAES, han aparecido esta semana en la primera línea de fuego. 

FAES para tratar de taponar la herida diciendo que el fin último de “Ciudadanos” es la destrucción del PP. Notoria exageración pero que sirve para acreditar el temor de saber que el partido naranja crece y crece bebiendo en los manantiales que fueron del PP hasta no hace demasiado tiempo. Aznar haciendo un llamamiento con fondo de alarma a la vuelta de aquellos que por la razón que sea se han alejado del Partido Popular en los últimos tiempos. En un sólo párrafo hace el diagnóstico y receta la solución. Cuestión distinta es que en la farmacia queden dosis del medicamento prescrito. Reconoce que el problema existe. Otros lo niegan. Asume que hay razones para el distanciamiento. Subidas reiteradas de impuestos, abdicación en política antiterrorista y frente a las víctimas y pide política y no sólo esperar a que la economía mejore. Finalmente ofrece el remedio., que los que se han alejado, vuelvan.

Si las cosas fueran como antes lo tendrían fácil. Habría más abstención, PP y PSOE, cómplices en lo que les interesa, subirían o bajarían un poco en beneficio o perjuicio del otro y a esperar a la siguiente. Pero, afortunadamente, eso no es lo que está ocurriendo en la sociedad. Ahora en el balancín hay otros. Los tiempos han cambiado y los ciudadanos han pasado del hastío frente a la partitocracia, la corrupción y la ausencia de participación a buscar el voto de castigo, las ideas frescas y las caras rebeldes. Ciudadanos y Podemos son las novedades en las encuestas. El PP el gran damnificado si se confirman en las urnas. A esos dirigentes no les gusta que esto ocurra o que se diga.

Sólo hay dos caminos para el PP, que se empiecen a escuchar voces asumiendo los errores, pidiendo disculpas por muchas cosas, haciendo propósito de enmienda, cambiando liderazgos y refundando en una nueva casa común o enrocarse ante los problemas, reforzar el caparazón y esconderse en él. En este segundo caso, el más probable, sólo quedaría a los militantes y votantes, buscar en otras filas lo que sienten traicionado en las propias. 

domingo, 10 de mayo de 2015

El "señor Justo"

Fue una tarde del ya lejano 1992 la primera que crucé el umbral de la vieja y un tanto destartalada sede del Partido Popular de Zamora en la calle de Víctor Gallego. Allí, entre paredes de gotelé y un mostrador de madera, a la luz mortecina de un fluorescente que complementaba la que entraba por la ventana y era filtrada por los visillos, unas cajitas con fichas, una máquina de escribir, un lapicero, una goma de borrar, un bolígrafo “Bic” y algunos folios con anotaciones ocupaban su espacio en una mesa. Ante ella, con rostro afilado, gafas de pasta y agradable sonrisa me saludó un hombre menudo de quien muy pronto supe que tenía un nombre compuesto, “el señor Justo”.

La escena, que narro en primera persona es la misma que años antes y años después han vivido miles de afiliados y simpatizantes del Partido Popular. Es verdad que yo iba decidido, tras terminar mis estudios de Derecho en Salamanca y un año de Máster en Madrid, a incorporarme activamente a las filas de un partido recientemente refundado por Aznar y convertido como tal en la casa común del centro derecha español y referente regeneracionista. En él se habían fusionado el ideario conservador de Alianza Popular, el democristiano del PDP, luego Democracia Cristiana y de los liberales de la Unión Liberal, luego Partido Liberal. Allí cabíamos, como con su afabilidad él nos hacía saber apenas llegábamos, todo el amplio espectro de posiciones ideológicas situadas a la izquierda de la extrema derecha y a la derecha de un socialismo que por aquel entonces navegaba entre la degradación de los principios democráticos y la corrupción.

Desde aquel primer día, un vínculo especial nos unió y se mantuvo cuando hicimos de Nuevas Generaciones un referente clave para el partido, cuando accedí al Ayuntamiento y cuando decidí que era el momento de dejar la actividad política. Siempre ayudando. Nunca una mala cara. Como a tantos otros, lo traicionaron quienes más le debían y le pagaron con ignominia su servicio.

La última vez vi a Justo en su casa, en el barrio de San José Obrero. Allí había subido varias veces en los últimos años a recibir de sus manos y de las de su esposa alguna que otra bolsa de castañas de Aliste que él recogía en Alcorcillo. Nunca olvidaba acercarse por mi despacho a anunciármelas. En estos tiempos ya ni él ni yo teníamos vinculación con la política. Casi 50 años nos separaban hasta que esta semana nos ha dicho adiós. Los jirones que del alma nos arranca la muerte de los seres queridos se rellenan de recuerdos. Hoy para uno de mis grandes maestros de humanidad y tolerancia vaya mi homenaje y el de cientos de militantes y simpatizantes. Siempre el “Señor Justo”. Hombre sencillo y entrañable, su marcha es, tal vez, un símbolo más del final de un ciclo que en aquellos años jóvenes comenzaba en España. Como al viejo olmo seco de Machado, tal vez sólo nos queda esperar otro milagro de la primavera. 

domingo, 3 de mayo de 2015

Quien quiera peces...

Seguramente sin quererlo el presidente de Castilla y León ha puesto el dedo en la llaga sobre la principal novedad de las próximas citas electorales. Herrera ha alertado a los votantes frente a aquellos que quieren “pescar en río revuelto”.

Reconoce con ello, algo que no todos en el Partido Popular asumen. Que bajan turbias las corrientes electorales, tradicionalmente calmas para los dos partidos mayoritarios. Y bajan así fundamentalmente por deméritos del partido que ha acumulado en los últimos años un poder casi homogéneo sin aportar todo el fruto que los españoles esperaban y del que lo precedió en el gobierno y causó en buena medida la mayor crisis que se recuerde.

La política hace extraños compañeros de cama, y así parece ocurrir de nuevo. Los eternos rivales mientras todo se dirimía entre dos, encuentran rápidamente elementos de unión y alianza cuando son otros los que amenazan su privilegiado estatus. Como Herrera estos días, otros en ambos partidos alertan frente a los que pretenden pescar en río revuelto. Será porque ambos se sentían más cómodos cuando iban a las urnas sabiendo que todo el pescado estaba vendido.

No es que los que llegan nuevos tengan que ser, por definición, mejores que los que ya estaban. Eso tendrá que demostrarse. Sobre todo porque tampoco un partido es un elemento sólido, integrado y homogéneo. Entre los viejos como entre los nuevos hay mejores y peores cosas. Propuestas cumplibles y otras inverosímiles. Principios y traiciones a los mismos. Capacitados y aprovechados. Honrados y otros que no. Nada, por lo tanto, garantiza que el reemplazo de unos por otros sea mejor que el mantenimiento de lo preexistente.

Pero también es cierto que, por seguir jugando con las palabras, “el miedo guarda la viña”. Esa es la opción, cambiar actitudes y comportamientos, adaptar los grandes partidos a la evolución de la sociedad y democratizarlos. De no hacerlo a tiempo tal vez serán los resultados los que no dejen otros remedios que la catarsis promovida desde dentro o impuesta desde fuera. 

Lo ha dicho otro candidato del PP, en este caso a la Comunidad de Murcia. “O cambiamos o nos cambian”, argumento que compartimos buena parte de los afiliados, simpatizantes y votantes. Renovarse o morir. Con todo mi respeto a Herrera, que lo tiene, no es razonable pretender que los electores comulguen con ruedas de molino y permitan sin más y porque sí, que quienes han revuelto las aguas del río, sean los únicos que sigan pescando en él sin previo esfuerzo por limpiar el cauce.

Querido Juan Vicente, acertada o equivocadamente, el ciudadano puede otorgar al nuevo el beneficio de la duda. El que mereció previamente la confianza ya no tiene ese beneficio sino  que debe ser juzgado por hechos y resultados. En otro dicho, “quien quiera peces que se moje el culo”.