domingo, 23 de febrero de 2014

Falta el tirachinas

Anda la policía buscando desesperadamente en el vídeo propagandístico de los etarras donde está el desarme que dicen que inician. Porque ni Cantinflas en sus mejores tiempos podía haber ideado algo tan cómico. La pena es que esto salga en los telediarios y no como un sketch de un programa de humor.

En resumen, aquí vienen seis tíos con todos los gastos pagados y seiscientos del ala por cabeza y día de esfuerzo a reírse de nosotros en nuestras propias narices. Se dicen verificadores y lo que vienen a verificar es si somos o tan idiotas o tan tercermundistas y pazguatos como para comernos el alpiste que han elaborado en el avión de venida sin que digamos ni pío.

Resulta que su éxito radica en que se han reunido, no dicen donde ni cuando, con dos asesinos con mono y pasamontañas que hacen entrega de tan increíble arsenal que incluye un fusil, cuatro pistolas, dos granadas, trescientas balas y unas bolsitas con explosivos, imagino caducados, que supongo entregarán ante el riesgo de que les exploten en las manos y por una vez corra su sangre y no la de los inocentes. Cada pistola entregada equivale a más de doscientos muertos en el currículum de la banda. Y a eso lo llaman desarme los propagandistas.

Y digo que anda la policía tratando de encontrar en el vídeo enviado a la BBC porque no cuadra que entre tal despliegue armamentístico no haya al menos un tirachinas, aunque también puede ser que éste quede para la segunda fase o la tercera o la cuarta. A continuación, lo que policías y guardias civiles deben hacer –si los políticos los dejan- es buscar en el vídeo y fuera de él a cada uno de los etarras, porque no puede bastar con que entreguen cuatro o cuatro mil armas, o con que proclamen que disuelven su unión para el crimen.

Lo necesario ahora es que entreguen a los que han empuñado las armas y hecho explotar las bombas, a los que han extorsionado, torturado y asesinado. Que expliquen cómo y quiénes causaron los varios cientos de atentados que siguen sin autor conocido para que sean juzgados y paguen por sus delitos.

Cuando los “verificadores” internacionales puedan venir con eso en su equipaje, que sean bienvenidos a España, entre tanto mejor considerarlos colaboradores, encubridores o apologetas si no del terrorismo, sí de los terroristas. Y de paso, que se investigue con qué dinero público se les está pagando, porque también eso es delictivo en mucho mayor grado que los trajes de Camps, por ejemplo.

Me temo, no obstante, que no van a ir por ahí los tiros –lo siento por la expresión, pero no encuentro otra mejor- y que vamos a tener treinta y tres sesiones y media de cortinas de humo mientras se oculta que los terroristas mandan en las instituciones en comandita con algunos que diciendo estar enfrente, quizás están al frente.

domingo, 9 de febrero de 2014

Pues claro que no es igual

Pretender que la justicia sea igual para todos, además de un imposible es de una candidez digna de encomio.  No lo es, como ninguna otra cosa en este mundo es igual para todos. No, no es un problema de regímenes democráticos o totalitarios, no es de ideologías o de capitalismo o socialismo. Tampoco de épocas históricas. La justicia es desigual en cualquier latitud como lo ha sido en cualquier época de la historia, pero es que así es la vida.

Dicho eso, no por ello debemos renunciar al esfuerzo por ir haciendo más justo el dictado de las leyes y su aplicación. No por reconocer la desigualdad intrínseca debemos obviar las denuncias de cualquier acto en el que la arbitrariedad desequilibre la balanza de esa justicia a la que pintamos con los ojos vendados.

En los muros de la granja de Orwell se leía aquello de que todos somos iguales y también su posterior añadido “pero unos más iguales que otros”. Que nadie se rasgue las vestiduras porque la Infanta Cristina tenga ciertos privilegios y que finalmente todo conduzca a que en el laberinto procesal se diseñe una puerta lateral que garantice la salida de emergencia para el caso de que haya un juez lo suficientemente indisciplinado como para pretender para ella la cárcel.

No digo que crea que la Infanta sea culpable por hechos que en nuestra legislación deban acarrear la pena de cárcel. Probablemente no. Tendrá en todo caso que probarse, también para el resto de imputados. Personalmente me da igual. No siento especial satisfacción o morbo por el castigo a los poderosos. Prefiero la condena ética con independencia de que sea un comportamiento delictivo o no.

Lo que sí lamento es que, una vez más, no ocupe la justicia, sino la política. Si Gobierno y el principal partido de la oposición están de acuerdo en garantizar la inmunidad de Cristina de Borbón –y lo están- y si ambos compiten en los últimos tiempos por escenificar su mayor apego por la monarquía y es un abogado de la tercera fuerza política –CiU- quien además la representa,  poco recorrido le queda a la justicia.

Esa misma moneda que sirve para comprar la impunidad por “razón de Estado” es la que por la otra cara sorprende cuando el Gobierno critica que una juez –antes asesora de cuatro ministros socialistas- decrete que los “escraches” son una manifestación de democracia y no, como ella misma consideró cuando la acosada era Bibiana Aído, un intolerable acto de coacción antidemocrática.

El acoso en el domicilio particular de cualquier ciudadano, sea político o no, es un acto execrable. Llamémoslo fascismo, nazismo o totalitarismo comunista, da igual, pero no podría ser respaldado por ningún juez, salvo que éste actúe bajo el mismo sectarismo que el de los atacantes. Lo cual, respetada Soraya, no empece para que no sirvan ahora tus quejas cuando hace sólo unas semanas volvíais a incumplir principios y programa para repartir el pastel judicial por cuotas de partido.

domingo, 2 de febrero de 2014

Ausente convención

Un aura de esquizofrenia sobrevuela la convención nacional del Partido Popular que se celebra este fin de semana en Valladolid. Discursos niegan la división interna pero en todos se hace una llamada a la unidad. Se insiste en que las puertas del partido están abiertas para todos los que quieran entrar, pero se obvia que los últimos tiempos han sido especialmente fructíferos en mensajes y hechos con los que la dirección es plenamente consciente de que está empujando hacia las mismas, pero en sentido salida a muchos militantes y según empieza a temerse, a muchos miles de votantes.

Una vez más, todo se rinde a transmitir por televisión imagen de unidad, pero el protagonismo es de las ausencias. Allí dentro y aquí fuera. Ausencias personales de quienes siguen en el partido, empezando por el presidente de honor José María Aznar y terminando por la silenciada voz de las bases. Ausencias en el tan cacareado debate de las ideas del que al PP, como al PSOE, se le llena la boca cada vez que llega un congreso, una convención o cualquier otro acto electoral de este tipo, y sin embargo nunca llega a producirse. Ausencia de autocrítica en el discurso oficial, que con la levísima excepción de Esperanza Aguirre, es el único que resuena en el Auditorio Miguel Delibes.

Hablar de Bárcenas y sus papeles es tabú. Como si el dinero en sobres o cajas de puros fuera a desaparecer de la convicción de la mayoría de los españoles solo porque no se hable de ello ni para admitirlo, pedir disculpas y establecer los controles y mecanismos para que tales episodios no se repitan, ni para insistir en negar tanto como haga falta la veracidad de las acusaciones y las pruebas aportadas.

Tampoco se habla del cambio en la política frente al terrorismo. El de las pistolas y el que se va apoderando de todas las instituciones del País Vasco, que es el mismo, que no otro, aunque trate de esconder –aún- bajo nuevas caras de aristas menos duras los rostros de la violencia, la extorsión y el asesinato. Esquizofrenia también aquí pues mientras el Gobierno insiste en que nada ha cambiado en su postura, Arantxa Quiroga zahiere a quienes “no evolucionan”. O sea, no ha habido cambio pero sí.

O de por qué el mismo Gobierno que ha sido el máximo valedor para una refinanciación que ha evitado la completa quiebra del grupo Prisa -quizás en pago porque éste intentó impedir por todos los medios su ascenso al poder- ha sido el máximo artífice –en comandita con la Casa Real- del guillotinamiento de Pedro J. Ramírez al frente de El Mundo. El mismo Pedro J. que hace escasamente dos años pidió en primera página el voto regeneracionista para Rajoy y el PP.

Regeneracionismo, ¡qué palabro! Eso es lo que necesita el PP y menos televisivo mensaje vacío. Regeneracionismo interno y legislativo. Ah, y bajadas de impuestos, pero no en 2015, sino ya