domingo, 25 de septiembre de 2022

Caja Rural. De nuevo y como siempre

Pues sí, como cada año, es el Director General de Caja Rural el que viene a poner los puntos sobre las íes respecto del presente y el futuro que se atisba para la provincia de Zamora. En sus palabras, como este pasado viernes hacía una vez más, condensa los buenos resultados de una entidad bien gestionada y los malos datos y peores perspectivas de la realidad social, económica y demográfica de una Zamora que, por mucho que repitamos que se desangra, no conseguimos que aquellos a los que les corresponde, tomen cartas en el asunto.

Caja Rural de Zamora -y León, Orense, Valladolid y también, de manera incipiente, ya Madrid- con una plantilla implicada con el proyecto y con un código genético apegado a la tierra de la que vive, a lo pequeño, humilde y sencillo; lejos de los artificios financieros, sociológicos y políticos de las grandes entidades, se ha venido ganando año a año el calificativo de entidad ejemplar. No sin dificultad, en esta España en la que los poderes institucionales pretenden concentrar todo en unas pocas manos para favorecer la supervisión y el control -en todas las acepciones de la palabra-, Caja Rural de Zamora encabeza el ranking de fidelidad a los objetivos para los que nacieron las Cajas de Ahorro y las Cooperativas de Crédito. Sin renunciar en cada ejercicio a mejorar resultados económicos, ganando en solidez, tamaño, rentabilidad y solvencia.

En el otro platillo de la balanza, Cipriano García apunta a esas pequeñas-grandes cosas que son tan obvias que uno siente rubor cuando se pregunta por qué esas ideas fuerza caen siempre en terreno baldío mientras representantes políticos, sociales y empresariales prefieren apartarse para que no les salpiquen con la evidencia de los datos, los números y las estadísticas.

En el año de la ruptura de Zamora 10, apelar a la unidad de esfuerzos era obligado, aún sabiendo que el mensaje será tan fervientemente aplaudido como rápidamente olvidado. En el último año completo de mandato de nuestros políticos locales y provinciales, llamar a intensificar esfuerzos para reclamar para Zamora lo que a Zamora debe corresponder, aún a riesgo de tener que enfrentarse a sus propios correligionarios de administraciones superiores, es casi una exigencia moral ante la que los aludidos agachan la cabeza, miran para otro lado, esperan a que despeje y la varita mágica de sus superiores vuelva a tocarlos para puesto y sueldo. En el año de nuevo comienzo de mandato autonómico y de preparación de la recta final de la legislatura nacional, recordar la tragedia de los incendios por políticas alejadas de la realidad de nuestro mundo rural o la carencia de medios para mejorar las condiciones de vida en nuestros pueblos o la ausencia de apuesta verdadera por mejorar la competitividad y el atractivo de nuestro territorio es algo tan de agradecer que irrita que a quienes corresponde nada hagan al respecto.

Claro que, como cada año, de nada servirán estas palabras y de muy poco las acciones de Caja Rural y su máximo dirigente, si el conjunto de la sociedad no nos sumamos en la exigencia de que los demás asuman el cumplimiento de sus responsabilidades.


domingo, 11 de septiembre de 2022

La pirámide de los tontos

Tras varias décadas de seguimiento de la política española uno va pensando que ya lo ha visto casi todo y que nada puede ya sorprender. Pero de vez en cuando aflora un descubrimiento que tira por tierra tales convicciones y demuestra que, igual que la realidad siempre consigue vías para superar a la ficción más surrealista, nunca deja de haber espacio para que la sorpresa te deje pasmado en el ámbito político.

El filósofo Gustavo Bueno acuñó la expresión “pensamiento Alicia” para adscribirla a la forma de pensar, manifestar sus pensamientos y actuar del presidente Zapatero. Un pensamiento básicamente infantil que convertía a Bambi en categoría filósófica, buenista hasta el empalague y el absurdo y sobre todo vacío hasta el límite. Marcar la ceja y devolver la sonrisa fueron sus más atractivas propuestas antes de convertirse en embajador de putrefactos dictadores o candidatos a serlo hispanoamericanos.

Pero si sus ocurrencias parsimoniosamente leídas relativas a una imposible y nunca existente alianza de civilizaciones o aquella frase famosa por vana de “la tierra no es de nadie, solo del viento”, parecían el culmen de la tontería, la llegada al gobierno de España de Pablo Iglesias y sus acólitos comunistas nos vino a demostrar que Zapatero no era el único no menos malo que tonto que nos íbamos a encontrar.

Lo de Yolanda Díaz esta semana, con su movida de la limitación de precios de los productos básicos y que ha terminado convertida en simple anuncio de una multinacional francesa de la distribución es otra de las etapas cumbre de la siempre acechante conjura de los necios. Sabiendo o ignorando -para el caso es lo mismo-, que es ilegal la fijación de precios en ese tipo de productos, la ministra de Trabajo, que tampoco tiene competencias para ello, anunció -como suele hacerlo, dando por hecho que ya era una realidad sin existir siquiera un borrador- que los españoles podremos comprar nuestros productos básicos de consumo por un precio bajo y limitado.

Carrefour que vio la oportunidad lanzó su campaña de treinta productos por treinta euros. Entre miles de referencias en sus estantes tampoco debió costarle mucho esfuerzo ni tuvo que reducir precio alguno para presentarlo. Que la ministra que más habla y menos dice, la gran esperanza roja para la izquierda, viera la oportunidad de hacerse la foto con el gran capitán del gran capital de los hipermercados fue cuestión de horas.

Así que foto al canto con el jefazo de Carrefour en España animándonos a ir a comprar a esa cadena los mismos productos, con no mejor calidad y a no menor precio que los podemos encontrar en nuestra tienda del autónomo de proximidad o el supermercado del barrio a los que, como convencida militante comunista, de la mano de Sánchez cose a impuestos y cargas sociales (en Zamora los suyos y de Guarido hasta les ahuyentan la clientela destrozando la zona centro de la ciudad).

La foto es la foto y los tontos tontos son. Unos en la cúspide, vanidad y vacío, y otros en la base de la pirámide sosteniendo las políticas que nos aplastan.