Pues sí, como cada año, es el Director General de Caja Rural el que viene a poner los puntos sobre las íes respecto del presente y el futuro que se atisba para la provincia de Zamora. En sus palabras, como este pasado viernes hacía una vez más, condensa los buenos resultados de una entidad bien gestionada y los malos datos y peores perspectivas de la realidad social, económica y demográfica de una Zamora que, por mucho que repitamos que se desangra, no conseguimos que aquellos a los que les corresponde, tomen cartas en el asunto.
Caja Rural de Zamora -y León, Orense, Valladolid y también, de manera incipiente, ya Madrid- con una plantilla implicada con el proyecto y con un código genético apegado a la tierra de la que vive, a lo pequeño, humilde y sencillo; lejos de los artificios financieros, sociológicos y políticos de las grandes entidades, se ha venido ganando año a año el calificativo de entidad ejemplar. No sin dificultad, en esta España en la que los poderes institucionales pretenden concentrar todo en unas pocas manos para favorecer la supervisión y el control -en todas las acepciones de la palabra-, Caja Rural de Zamora encabeza el ranking de fidelidad a los objetivos para los que nacieron las Cajas de Ahorro y las Cooperativas de Crédito. Sin renunciar en cada ejercicio a mejorar resultados económicos, ganando en solidez, tamaño, rentabilidad y solvencia.
En el otro platillo de la balanza, Cipriano García apunta a esas pequeñas-grandes cosas que son tan obvias que uno siente rubor cuando se pregunta por qué esas ideas fuerza caen siempre en terreno baldío mientras representantes políticos, sociales y empresariales prefieren apartarse para que no les salpiquen con la evidencia de los datos, los números y las estadísticas.
En el año de la ruptura de Zamora 10, apelar a la unidad de esfuerzos era obligado, aún sabiendo que el mensaje será tan fervientemente aplaudido como rápidamente olvidado. En el último año completo de mandato de nuestros políticos locales y provinciales, llamar a intensificar esfuerzos para reclamar para Zamora lo que a Zamora debe corresponder, aún a riesgo de tener que enfrentarse a sus propios correligionarios de administraciones superiores, es casi una exigencia moral ante la que los aludidos agachan la cabeza, miran para otro lado, esperan a que despeje y la varita mágica de sus superiores vuelva a tocarlos para puesto y sueldo. En el año de nuevo comienzo de mandato autonómico y de preparación de la recta final de la legislatura nacional, recordar la tragedia de los incendios por políticas alejadas de la realidad de nuestro mundo rural o la carencia de medios para mejorar las condiciones de vida en nuestros pueblos o la ausencia de apuesta verdadera por mejorar la competitividad y el atractivo de nuestro territorio es algo tan de agradecer que irrita que a quienes corresponde nada hagan al respecto.
Claro que, como cada año, de nada servirán estas palabras y de muy poco las acciones de Caja Rural y su máximo dirigente, si el conjunto de la sociedad no nos sumamos en la exigencia de que los demás asuman el cumplimiento de sus responsabilidades.