domingo, 11 de febrero de 2024

Nuestros agricultores tienen razón y razones

Pocas veces una ola de protestas ha tenido y sentido un apoyo tan generalizado del conjunto de los ciudadanos como la actual de los agricultores en España. El propio martes, día más fuerte hasta en nuestra provincia, con cortes de carreteras y accesos a las ciudades en decenas de puntos, hasta los automovilistas atrapados y perjudicados mostraban, con carácter general, su comprensión y, en muchos casos el apoyo expreso, no solo a las reivindicaciones del sector sino a las propias acciones que unos estaban llevando a cabo y otros sufriendo en esa jornada.


Toda generalización es injusta y falsa, pero es lo cierto que la política agraria común de la Unión Europea y los grados en que esta se aplica en los diferentes países miembro, con sus diferentes características geográficas y económicas, se esfuerza más por promover el cese de la actividad agraria que en su modernización y competitividad. De ahí que, cuando la brigada mediática sincronizada que respalda al actual gobierno español y de él se alimenta, sale en tromba a atacar a los agricultores se quede, con su habitual simpleza de argumentario dictado, en decir que cómo se atreven a protestar contra quien les da las subvenciones con las que se compran esos “supertractores”, como si en lugar de una máquina de trabajo se tratara de un artículo de lujo.


Tienen razón y múltiples razones nuestros agricultores cuando protestan contra la discriminación que supone que la normativa asfixiante -por inmensa e intensa- que deben cumplir por formar parte del mercado europeo, no se exija al origen de los productos que cada día entran en nuestro territorio provenientes de otros países que, en algunos casos como por ejemplo los países magrebíes, se aprovechan además de dinero público español y europeo para sus explotaciones y para competir deslealmente con los productores españoles. Las tienen cuando las trabas administrativas cada vez son mayores y más engorrosas, fruto de una inflación burocrática generada por urbanitas en despachos alejados del mundo rural para tratar de controlar hasta el último detalle de su actividad. Toman al agricultor como a un enemigo del planeta y del medio ambiente y no como lo que son, la mejor garantía de sostenibilidad medioambiental.


Tienen razón cuando critican el afán por extender las instalaciones fotovoltaicas por terrenos fértiles tradicionalmente dedicados al cultivo. Y la tienen sobre todo cuando se oponen -y mucho han y hemos tardado el conjunto de ciudadanos- a esa vorágine absurda e histérica en la que Europa y el gobierno Sánchez de forma destacada, nos han metido de la dichosa Agenda 2030 que, salvo con un pin de colorines en la solapa de los prebostes del nuevo progreso, nadie ha explicado, consultado ni solicitado aprobación a quienes son los damnificados y paganinis de unas medidas con las que algunos se hacen fotos de relumbrón y otros se lo llevan en crudo.


Tienen pues, estas y otras muchas razones que no me caben aquí, nuestros agricultores.  Pero es que aunque no tuvieran toda la razón, en Zamora deberíamos seguir estando con ellos, porque toda la provincia somos mundo rural. Sin agricultura y ganadería no existimos. Así que sí, amigos del campo. ¡Adelante y gracias!


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