domingo, 10 de diciembre de 2023

Dicen que, pero resulta que

Dos meses después de los criminales, salvajes, inhumanos, actos terroristas de Hamás en Israel del 7 de octubre, una parte de lo que llaman la comunidad internacional reclama a Israel un “alto el fuego” en Gaza para proteger, dicen, a la población civil e inocente de Palestina frente a los daños causados por los bombardeos israelíes. Para evitar la muerte de más niños, dicen. Para que los palestinos que así lo quieran puedan abandonar las zonas de conflicto, dicen. Para que la ONU y sus distintas organizaciones puedan proceder, dicen, con la ayuda humanitaria.

Pero resulta que no se empieza pidiendo que los terroristas de Hamás liberen a todos y cada uno de los secuestrados aquel día. Que se habla poco de que la barbarie organizada y ejecutada por quienes controlan el gobierno de Gaza se ensañó con la población civil, en un festival por la paz y en sus kibutz, casa por casa, habitación por habitación. Aniquilando metódicamente a padres, madres, hijos, bebés y mascotas. Violando a madres e hijas unas delante de otras, de sus maridos, padres, hermanos. Amputando partes del cuerpo a sus víctimas con un sadismo que la sociedad occidental no solo no puede concebir sino que no se atrevería siquiera a contemplar si los vídeos les fueran proyectados. Atados en grupo, desnudos unos con otros, quemándolos vivos. Una orgía de sangre y crueldad solo digna del peor infierno. El peor de los infiernos.

Israel responde de manera desproporcionada, dicen, como si siquiera llegara a aplicar la ley del Talión. Pero resulta que, afortunadamente para la esperanza en la humanidad y la civilización, el gobierno hebreo es infinitamente más selectivo, cuidadoso y humano de lo que lo seríamos muchos de nosotros, occidentales cómodos de sofá y seguridad, si hubiéramos sufrido lo que ellos han sufrido y tuviéramos el potencial militar que ellos poseen. Que la causa es la invasión israelí, dicen, pero resulta que no hay asentamientos de colonos ni bases militares israelíes en Gaza desde la plena autonomía en septiembre de 2005, dieciocho años hace. En la pobreza fruto de ese dominio, dicen, pero resulta que Palestina viene recibiendo en ese tiempo dos mil millones de Euros de ayuda anual (para los nostálgicos, 330.000 millones de pesetas al año) para una población de cinco millones de habitantes y resulta que los terroristas que son apresados están gordos como trullos y sus dirigentes son mil millonarios como sólo los mayores sátrapas pueden llegar a serlo.

Que Israel no deja actuar a las organizaciones humanitarias, dicen, pero no cuentan cómo es posible que durante 18 años esas mismas organizaciones no han denunciado que la mayor parte de los fondos destinados a infraestructuras y desarrollo se han ido a construir una red de 500 kilómetros de túneles (dato oficial dado por Hamás en 2021) a 20 metros de profundidad solo para protección terrorista. Que no se deja salir a la población civil, dicen, pero resulta que los únicos corredores humanitarios los va abriendo y protegiendo el ejército israelí mientras Hamás utiliza a civiles, niños y hospitales como escudos humanos y los ataca si se van. Y dicen que los acojamos en Europa cuando ningún país vecino árabe abre las puertas a acogerlos ni siquiera mientras Israel limpia de terroristas el territorio.

La esperanza de paz y progreso para los palestinos de bien, que los hay, aunque no los hemos visto levantarse contra la barbarie, es la eliminación de Hamás aunque España se quede sin la vergüenza de recibir el agradecimiento de esos terroristas y la progresía no pueda arremeter contra EEUU (de Biden, no Trump) por vetar la resolución del alto el fuego en la ONU.


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