domingo, 24 de diciembre de 2023

España en una Navidad inquietante

 Con el paso del tiempo, tenemos la perspectiva de que los momentos históricos en los cuales la degeneración de la convivencia ha desembocado en trágicos acontecimientos, convulsiones sociales graves o enfrentamientos civiles, son instantes concretos acotados en unas fechas del calendario. Nada más lejos de la realidad, sin embargo. Igual que las termitas no realizan su devoradora tarea de la noche a la mañana, los episodios de división, enfrentamiento y ruptura conllevan un tránsito temporal mucho más largo de lo que luego los libros de historia o la memoria de las gentes recuerdan.

El proceso suele ser, en su esqueleto, básicamente siempre el mismo. Comienza con una serie de acontecimientos dispersos, no necesariamente interrelacionados, aleatorios pero que entre sí van tejiendo una tela de araña invisible de crispación y subida de la temperatura anímica individual y colectiva. Una espiral hacia la intolerancia que, a menudo, termina alcanzando cotas insospechadas de enfrentamiento, ira y sectarismo.

Sin pretender ser catastrofista y desde una tendencia cómoda pero no demasiado justificada por la trayectoria histórica hacia el optimismo y la confianza en la sociedad española, ese es el ambiente de fondo que se empieza a palpar en España por mucho que sepamos que es Navidad. El protagonismo de los extremos ideológicos, el posicionamiento en bandos que presumen de irreconciliables sustentado en vetos recíprocos. La apuesta por el rápido desmantelamiento de las estructuras institucionales y sociales que ha costado décadas construir o que llevan esas mismas décadas funcionando razonablemente bien para llevarnos hacia posturas maximalistas de un determinado espectro ideológico, son la corriente sobre la que parecen desplazarse cada vez más el presente y el futuro más próximo de nuestro país.

Un político al que solo por un azar del destino no se consigue asesinar en una calle del centro de Madrid. Otros políticos que pasan del debate parlamentario al insulto personal y el enfrentamiento cara a cara. La intromisión en la esfera privada del rival incluso físicamente en cualquier ámbito, inclusive en el seno de un órgano de representación. Los “cinturones sanitarios” en torno a aquellos que se salen del discurso estándar del bando propio mientras se abren las puertas de par en par a quienes quieren destruir la convivencia y llevan años ejerciendo para ello. O rechazar el equilibrio institucional vigente basándose en que hay parte de la sociedad que no lo comparte pero sin que para cambiarlo se busque ni se intente siquiera lograr un grado de consenso para el nuevo modelo al menos cercano al que obtuvo el actual.

Ejemplos reales y contemporáneos de esa escalada que, jaleada por no pocos periodistas -cada vez más divulgadores y menos creadores de opinión- y representantes de otros estamentos sociales. Como si la militancia en unas ideologías, partidos o banderías fuera más importante, más urgente y más excluyente que la militancia en una sociedad diversa geográfica y socialmente, en una nación, en un proyecto histórico y colectivo que transciende a las generaciones actuales, que es fruto de una transición ejemplar y generosa por todas las partes, de la dictadura a la democracia. En todo caso, Feliz Navidad para todos, amigos.

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